Buscar este blog

miércoles, 31 de octubre de 2012

Ensueños









En un quinto piso, alguien se crucifica
al abrir de par en par una ventana.
Oliverio Girondo






Abajo en la calle:

El infierno de todos los días

Sin otro rumbo que el rumbo

De rodar hasta el fondo de la noche.



Una mariposa blanca

Torpe de alas transparentes

Rodea el momento de otra guerra.



Otra noche de día que congela

El cielo y los sueños

Y la ciudad que se derrite

En el centro de lo desconocido.



Una mano encerrada

Llena de ansiedad el pensamiento

Y lo revienta como una fruta

En el vidrio de las puertas.



En un quinto piso, alguien se desangra

Con el crepúsculo en la boca.

Alguien grita que le abran el cielo

En que sueña con vivir en el paraíso.








domingo, 28 de octubre de 2012

Callado y quieto







Tan corto el día como la palabra.

Tan lejos el punto inicial de lo que acabaría pleno.

No quieres ni siquiera imaginar el final de eso que tuvo que ser.

Te acercas y no pones siquiera el ojo para constatar que es allá a donde ibas.










            Como un perro tantas veces apaleado, giras y giras el cuello hacia uno y otro lado de la calle, asegurándote que no vendrán más esos pasos tercos que amenazan con destriparte.

         Cuando ya estás por alcanzar el sitio en que descansarías varios minutos, se te vuelve soga al cuello el aire que suena adentro de tu pecho.

Aprietas los dedos contra las sienes para desbaratar la sensación.

Miras hacia las puntas de los pies. No hay más que basura y mugre, y unos pequeños animalitos que van seguros en el espacio de su mundo.

            Entras al edificio de puertas corredizas. 

          Ya adentro, experimentas de nueva cuenta el aturdimiento que te ciega el ahogo durante algunos instantes. 

           El guardia te mira y tú inclinas la cabeza hacia el hombro izquierdo, y luego de cruzar la sombra del guardia, te sumas a la cantidad de personas que esperan turno para pagar la mensualidad de la hipoteca.

            Has olvidado levantar la cabeza y esto ha provocado que todas las personas del banco te observen de una manera extraña. Tú no estás realmente atento de lo que ellos dicen sobre tu postura, de hecho, tú estás todavía atendiendo la imagen aquella de los animalitos que vagaban muy seguros en el espacio de su mundo. Es por esto que de pronto te sueltas llorando y no hay nadie que te ofrezca un pañuelo. 

            Por el contrario, todos ellos te miran como a un enfermo a quien se debe aislar, y es así que todos los cercanos se retiran y te dejan en medio de un pozo circundado por cabezas y hombros. Hombros y cabezas. Todo alrededor tuyo son hombros y cabezas.

            El guardia, imaginando lo peor, vino entonces hacia ti y te preguntó algo que tú no entendiste. Tras de limpìar la cara con la manga de tu camisa, devolviste la cabeza a la posición normal y corriste hasta alcanzar la calle.

            Como otras tantas veces, buscaste un parque en donde descansar el cuerpo. Fuiste a sentarte bajo la calma de un frondoso árbol. Durante varias horas permaneciste allí, soñando con los ojos abiertos, hasta experimentar la sensación de ser nadie, o mejor aún, de ser algo completamente invisible.







Tan delgado el silencio.

Mejor así. Sin futuro.

Sin tiempo.

Callado y quieto.



lunes, 22 de octubre de 2012

La tía Eloísa









Esa mañana escribió en su diario: “Pasé un sueño terrible”. No escribió más que esas cuatro palabras. Pero las escribió de una manera diferente a la escritura de los otros días. La primera palabra la formó con letras de molde y en un tamaño desproporcionado. En cambio, el artículo indefinido era apenas distinguible, era casi una mancha insignificante junto al verbo enorme; por último, “sueño terrible” fueron inscritas ambas palabras con la habitual caligrafía de otros días.
  
          ¿Cómo había sido ese sueño terrible? O ¿cómo hay que interpretar: “pasé un sueño terrible” ? ¿Por qué pasar, y no tener, un sueño terrible? ¿Por qué pasé y no me pasó un sueño…? La respuesta se ha ido con ella. Ella desapareció hace poco más de un mes y no sabemos nada. Absolutamente nada sobre su destino.

Ella es la tía Eloísa, una mujer que trabajó como violonchelista durante algunos años y que dejó de tocar y de interpretar con ese instrumento cuando conoció al que sería su esposo. De esto hace poco más de veinte años. Desde entonces se dedicó a ser esposa y madre de dos hijas; Sara y Lucía, y a callar para el mundo. Se volvió una mujer taciturna e imposible de abordar para otros que no fueran sus hijas. Al parecer, ni su esposo pudo nunca más conseguir diálogo con ella, después que había nacido la segunda hija; Lucía. Fue después del nacimiento de Lucía que la tía Eloísa comenzó a perder peso y a descuidar su apariencia hasta un grado delirante. O sea, desde hace trece años que la tía dejó crecer el pelo hasta los talones, dejó de depilarse en todos los lugares de su enflaquecido y larguirucho cuerpo y, aunque no había dejado de asearse durante los últimos diez años, jamás volvió a utilizar desodorante ni perfume ni gota de maquillaje.

¿Por qué dejó de interesarse en su apariencia? Se dice que porque le fue imposible soportar tantas infidelidades del marido; un pequeño empresario, dueño de una tienda de autos seminuevos y de varios apartamentos amueblados y rentados a estudiantes extranjeros. Pero también se dicen otras cosas más horribles, particularmente sobre ella, de las cuales, contarlas íntegramente, obligaría a escribir una novela de más de trescientas cuartillas.

             En fin, su Diario lo componen quince libretas, en cuyas hojas aparecen breves relatos, ideas metafísicas, poemas de poetas nacionales y extranjeros, dibujos en torno a rostros indefinibles, debajo de los cuales se consignan titulos breves. Suponemos que se trata de los rostros que se le hacían o que le nacían en los sueños, o mejor, en pesadillas. Lo que llama la atención es que no hay un sólo texto sobre música, o al menos, hasta lo que he podido leer en varias de las libretas de ese Diario, no he encontrado ningún comentario o apunte referente a obras musicales ni a compositores. Pero bueno, tal vez se llegue hasta el final de esta historia cuando aparezca la tía Eloísa, o bien, si nunca más vuelve a aparecer, ya estaremos investigando sobre “todas esas cosas horribles” para comenzar a escribir, quizás, la novela de su vida. Como un dato más, me ha dicho mi madre, su hermana, que de continuar viva la tía Eloísa, andará cumpliendo los cincuenta y cinco años de edad en uno de estos días de octubre









sábado, 20 de octubre de 2012

De este lado de la piel









Nada hay en mí que sea cierto.

El desborde al otro lado de las manos

Y de los ojos

Aparece en danza con fulgores.



Bocas que se abren junto a otras bocas.

Cielos que caen en los hombros

Y resbalan y se pierden junto a otras bocas.


Pero de este lado de la piel,

de este lado incierto de verdad,

susurran voces que hablan de un muerto

que yace adentro de su caja,

con su luz y con su sombra.







lunes, 15 de octubre de 2012

Olvidarlo todo








Olvidaba la puntuación, a veces.

La palabra era más poderosa que la idea misma.

Pensaba una palabra. La escribía.

Pero al escribirla surgía otra palabra.

El pensamiento no dejaba de atrapar la mano en que escribía.


Después de varias palabras acomodadas, a pesar de tantos estrujamientos y magulladuras, surgía el bosquejo de una imagen. Era el momento de marcar los contornos de la imagen y convertirla en idea o en verso, en hecho posible o en pensamiento obscuro / místico.


Quienes lo conocieron, jamás imaginaron el silencio en que se miraba escribiendo a diario. 
Murió sin dejar huella. Se llevó toda la arena de las palabras. Supimos de su existencia sus hijos, pero no de las cajas llenas con cuadernos y hojas sueltas.


Habrá tiempo para olvidarlo todo -escribió. Y todo volverá a ser otro tiempo. Incluso otra memoria de ser.





domingo, 14 de octubre de 2012

Robo a libro abierto. De otro modo un poema de O. Paz





Cierra los ojos y ábrelos:

No hay nadie.

Países vastos como el insomnio.


Cierra los ojos y oye cantar:

El mediodía anida en tu tímpano.









Cierra los ojos y ábrelos:

Lo que no es piedra es luz.

La luz devasta las alturas.


El ojo retrocede cercado de reflejos.

No hay nadie ni siquiera tú mismo.


Otoño sin confines.

El poema todavía sin rostro.

El bosque todavía sin árboles.


La palabra se levanta y ondula.

Es una larga herida:

Un silencio sin mácula. 






viernes, 12 de octubre de 2012

Desolación









Adverbios ya no había que se acomodaran al tiempo de cualquier deseo.

No había limpieza ni  claridad en los instantes de atraer un poco, solo un poco,

de secreta historia.

Secreto.

Hasta esta palabra se hizo imposible de ser cierta.

El secreto se había vuelto enemigo del misterio.






Ocurrió entonces que los labios se convirtieron en volcán de insolencias.

Como un sapo muerto de tormenta se hizo el corazón.

Ni jaculatorias ni oraciones hubo para enterrar al sapo.

Sin adverbios y sin deseos:

¿Para qué soplar al sol?



domingo, 7 de octubre de 2012

Todo se oscureció











Antes de una hora la quietud.

La quietud de un día normal.

Después ya no. Ya no la tarde

Ni la hora ni la luz.

Ya no el aliento leve.


El rostro descompuesto.

El corazón frío y las manos.

En efecto las manos

Ateridas un momento.

Nada más un momento.

Después ya no. Ya no la boca

Ni la palabra ni la voz.

Ya no el cielo ni la tierra.

Ya no el aire. Ya no más la luna.


Un momento.

Nada más un momento.

Después ya no. Ya no más

El gusto ni la mirada ni el tacto.

Ya nada. Nada en que esperar.


La tarde y el pensamiento.

Ya no más.


Todo se oscureció.



viernes, 5 de octubre de 2012

Ariadna muerta








Suponía que estaría siempre
Como sombra hundida
En el agua de los días.
Suponía que el cuerpo en que a diario muero
Estaría guardado por las horas transparentes
De las noches.

No fue así ni será nunca más, parece,
El parpadeo ajeno a la presencia
De los altos muros y de los laberintos
Con Ariadna muerta de miedo en mis venas.

Ahora en el ojo estallará el reloj de los horarios
Sacrificiales 
Y los bolsillos se llenarán con dedos 
Ávidos de limpiar la pesadilla.

Ahora se ha vuelto realidad el presente horrendo
Que acumula a diario nuevos sueños 
Y los devuelve
Putrefactos en los bodegones 
De la desesperanza hasta el derrame.

Hasta quedar con la boca llena de tristeza.






No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...