Esa
mañana escribió en su diario: “Pasé un sueño terrible”. No escribió más que
esas cuatro palabras. Pero las escribió de una manera diferente a la escritura
de los otros días. La primera palabra la formó con letras de molde y en un
tamaño desproporcionado. En cambio, el artículo indefinido era apenas
distinguible, era casi una mancha insignificante junto al verbo enorme; por
último, “sueño terrible” fueron inscritas ambas palabras con la habitual
caligrafía de otros días.
¿Cómo había sido ese sueño terrible?
O ¿cómo hay que interpretar: “pasé un sueño terrible” ? ¿Por qué pasar, y no
tener, un sueño terrible? ¿Por qué pasé y no me pasó un sueño…? La respuesta se
ha ido con ella. Ella desapareció hace poco más de un mes y no sabemos nada. Absolutamente
nada sobre su destino.
Ella
es la tía Eloísa, una mujer que trabajó como violonchelista durante algunos
años y que dejó de tocar y de interpretar con ese instrumento cuando conoció al
que sería su esposo. De esto hace poco más de veinte años. Desde entonces se
dedicó a ser esposa y madre de dos hijas; Sara y Lucía, y a callar para el
mundo. Se volvió una mujer taciturna e imposible de abordar para otros que no
fueran sus hijas. Al parecer, ni su esposo pudo nunca más conseguir diálogo con
ella, después que había nacido la segunda hija; Lucía. Fue después del
nacimiento de Lucía que la tía Eloísa comenzó a perder peso y a descuidar su
apariencia hasta un grado delirante. O sea, desde hace trece años que la tía
dejó crecer el pelo hasta los talones, dejó de depilarse en todos los lugares
de su enflaquecido y larguirucho cuerpo y, aunque no había dejado de asearse
durante los últimos diez años, jamás volvió a utilizar desodorante ni perfume
ni gota de maquillaje.
¿Por
qué dejó de interesarse en su apariencia? Se dice que porque le fue imposible
soportar tantas infidelidades del marido; un pequeño empresario, dueño de una
tienda de autos seminuevos y de varios apartamentos amueblados y rentados a
estudiantes extranjeros. Pero también se dicen otras cosas más horribles,
particularmente sobre ella, de las cuales, contarlas íntegramente, obligaría a
escribir una novela de más de trescientas cuartillas.
En fin, su Diario lo componen quince libretas, en cuyas hojas aparecen breves relatos, ideas metafísicas, poemas de poetas nacionales y extranjeros, dibujos en torno a rostros indefinibles, debajo de los cuales se consignan titulos breves. Suponemos que se trata de los rostros que se le hacían o que le nacían en los sueños, o mejor, en pesadillas. Lo que llama la atención es que no hay un sólo texto sobre música, o al menos, hasta lo que he podido leer en varias de las libretas de ese Diario, no he encontrado ningún comentario o apunte referente a obras musicales ni a compositores. Pero bueno, tal vez se llegue hasta el final de esta historia cuando aparezca la tía Eloísa, o bien, si nunca más vuelve a aparecer, ya estaremos investigando sobre “todas esas cosas horribles” para comenzar a escribir, quizás, la novela de su vida. Como un dato más, me ha dicho mi madre, su hermana, que de continuar viva la tía Eloísa, andará cumpliendo los cincuenta y cinco años de edad en uno de estos días de octubre
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por asomarte a este blog de instantes