No había
nadie que sacara el cadáver de entre los escombros.
Fueron
las moscas, primero, las que se hacinaron en la mano que asomaba, sangrante, entre
los adobes. Luego fueron los zopilotes los que escarbaron con el pico y las
garras. Tragaron lo necesario y abandonaron los restos al gusanal.
No había
hecho testamento ni había dejado instrucciones de qué hacer con su cuerpo muerto.
No había dejado por escrito que lo incineraran ni que echaran las cenizas a un
río / a un lago / o al océano.
Era una
idea sencilla. De una belleza imposible de olvidar. Se repetía como un
estribillo y no cansaba. Era una idea que se podía llevar con suma facilidad al
sueño.
En el
sueño podía mantener su sencillez la idea. La repetición de esta idea era lo
único que no podía aparecer en el sueño.
((( En
el sueño las repeticiones son síntomas de una locura próxima al despertar.
Aquella
idea no estaba para generar locura sino calma. Mucha calma.
Lo difícil
era hacer ver la idea en otros. Otros, en los que sentíamos tener cerca de
nosotros.
Los otros,
los no cercanos, era todavía más complicado colocarlos dentro de la fresca
suavidad de esa calma-idea.
Difícil,
más no imposible. Podía darse la idea de otra manera de como suelen ser
ofrecidas las ideas. En lugar de exponerla a los inútiles riesgos que conllevan
los signos de la explicación, sería preferible acomodarla en una serie de sonidos
insignificantes, y así, con el rumor que suele presentarse tras ciertas
catástrofes, soltarla, dejarla resbalar por los agujeros de lo inesperado.
Luego,
no enseguida, sino luego, bien podría aparecer alguien tan desatento a las cotidianas
responsabilidades, que se convertiría en testigo de la idea, y sentiría –como nunca
en él ni en ella- todo el asombro que deviene cuando algo tan aparentemente
insignificante se ha metido en la piel y no lo abandonaría a uno ni en sueños.
El otro día leí lo que sigue. Da lo mismo si fue en la tarde o en la mañana. Tampoco importa la fuente donde aparecieron las palabras y las imágenes.
Lo que verdaderamente importa no está de este lado de mis dedos, ni de las explicaciones que tantos otros pudieran dar.
Lo que importa, lo que verdaderamente importa, está del lado de allá, donde no dejan de ocurrir los hechos.
El Senado de Estados Unidos aprobó hoy por
unanimidad otorgar al Pentágono fondos suplementarios valorados en 225 millones
de dólares para financiar el escudo antimisiles de Israel conocido como
"Cúpula de Hierro".
"Estamos con los israelíes, porque si no
tienen la 'Cúpula de Hierro' no pueden defenderse", aseguró el senador
republicano y ex candidato a la presidencia del país John McCain.
Así va la realidad que me aturde, cuando leo que ha ganado un premio de literatura el perfecto escritor, creyente de la belleza eterna en las palabras.
Me duele el pecho. Supongo que es por la docena de cigarrillos que fumé sentado al filo de la azotea.
Niños en Gaza: sin final feliz
La alta comisionada de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, Navi Pillay, denunció el jueves los proyectos de Washington
de devolver a sus países de origen a los menores en situación irregular
provenientes de América central. "Hay unos 57 mil menores solos en Estados
Unidos. Estoy especialmente preocupada, ya que Estados Unidos parece estar
dispuesto a devolver a una mayoría de ellos", declaró Pillay a los
periodistas en Ginebra.
Para Washington, esta llegada masiva es una
"crisis humanitaria". La mayoría de los niños vienen de El Salvador,
Guatemala y Honduras, de donde huyen de la pobreza y la violencia. Según
Pillay, hay que ofrecer un techo y cuidados a estas jóvenes víctimas. "La
devolución [de los menores] únicamente debería llevarse a cabo si se garantiza
su protección en los lugares donde irán", declaró.