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viernes, 30 de diciembre de 2016

Una sombra extendida




En lugar de subirse a tocar a un escenario, estudió economía,
que era lo que una tenía que hacer si era una buena alumna,
y acabó ahorcándose en su habitación de estudiante.

Erik Axl Sund
Catarsis



residuos de lujo atorados en esa mañana helada

de fiesta en las callecitas limpias

música todo el tiempo en ese outlet

a veces blues

a veces rock

a veces electrónica

con paquetes en las manos

con abrigos y bufandas

con sonrisas iluminadas sobre smartphones

y todo encima de una sombra extendida



EN EL VACÍO



martes, 13 de diciembre de 2016

misterio






nada de memoria

de repente es o no es

todo / nada

apenas tiempo y corazón

atrapado en ritmos

convertido en señales



a veces misterio

de ese ser que se olvida

o que se queda para otros ojos

para otros oídos

para otras manos


nada de memoria

apenas corazón y ruido

apenas eso que está por hacerse

misterio



miércoles, 30 de noviembre de 2016

F u g a s




Vas atrás
Dejando el límite.

Un pedazo de sueño
Un momento aparente.

Confundido te separas
¿Vas hacia el otro lado?

Ves un rostro sobre un vaso
Piensas y…


Desapareces.



jueves, 24 de noviembre de 2016

Una vez




Una vez, y ya.

Después: imposible.

Así se inventó ella misma:

Una historia increíble.

Jamás 

Recordada.



viernes, 18 de noviembre de 2016

Desorden



Lo que no es desorden: es irreal.

¿Por qué estar tan seguros de lo que se cuenta que es comunicación?

En apariencia, las personas muestran signos y señales que las asemejan.

Pero, en realidad, son más  los signos y señales que las hacen escuchar diferente.

Son  más diferencias que las semejanzas lo que se dice entre ellos.

Con tantas diferencias, difícil resulta creer que escuchan y comprenden lo mismo

sobre eso: que asegura que se comunican.



Oscuridad




Al llegar a casa, supuse que en ella la calma y el silencio estaban. Algo extraño ((( una presencia fantasmal, si aún fuera el niño que fui ))) tocó mi espalda e hizo que me derrumbara. 

Ignoro el tiempo que transcurrió. Cuando desperté, la madrugada había llegado. 

Con dificultad me levanté. Como si todo mi cuerpo fuera de piedra. Avancé con rumbo a la cocina. Tras abrir la puerta del refrigerador, una figura me lanzó contra la pared. 

Regresó la oscuridad, y entonces mi cuerpo se llenó de escarcha. 

De la escarcha derretida, nacieron serpientes que fueron transcurriendo y llenando los laberintos de mi mente, y experimenté cómo la oscuridad se había transformado en algo más negro y espeso que el olvido.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Cuadro al fondo

Para las ausencias que recuerdo a veces



En la música:
                                           Antonio Lauro:
                    
Ya muerto.

En la imagen:
                               Shasha:

Ya muerta.

En las palabras:
                                                      Marcelo y Equistrá:

Ya viejos y 

Enfermos.

En la sala:
                                Oscuridad y 
                                                                       Un grillo vivo:
Cobijados por el silencio.



jueves, 27 de octubre de 2016

lunes, 24 de octubre de 2016

¿ ¡ ?



Comenzaron a aparecer los profetas más acá de huracanes y tormentas tropicales, más acá y más allá de 

guerras sin cuartel.  El futuro no les representaba ningún misterio. El presente contenía todo el valor de los 

resultados en las bolsas universales. El mundo era un destino sin nublados y sin desastres a la vista de los 

miopes. Aquello de los climas y de las épocas, según ellos, eran cosas del pasado.


Los pobladores del mundo en que pensaban, representaban, para ellos, exactamente el mismo menú de 

problemas, y ellos, los profetas de la modernidad, conocían las soluciones y estaban dispuestos a venderlas 

al mejor precio del mercado. Era de suponer, ya que los profetas habían nacido protegidos y bien cuidados 

por el sistema que había imperado en el mundo desde hacía tanto tiempo. Nada, absolutamente nada, podía 

rebasar los límites de su soberana soberbia.


Los profetas aparecieron con las tarjetas preparadas para recorrer el mundo entero.





martes, 11 de octubre de 2016

Un premio más



Era un escritor de muchos premios. Lo extraño es que pocos, muy pocos, o casi nadie hablaba de la calidad de sus obras; ni siquiera había título de su obra en boca de pocos. 

En cambio, sobre la vida de dicho escritor, ésta sí que la mayoría se la sabía hasta en sus más minúsculos detalles.

Ha muerto este escritor -hará de esto hace poco más de tres meses-  y ya están preparando el premio del primer certamen literario que llevará su nombre. 

De veras que en el mundo de las letras, lo imposible acaba siendo...





domingo, 9 de octubre de 2016

Todo era insuficiente



de la boca al plato 

algunas palabras se cayeron

((( en la preposición de

había nacido un abismo

de confusiones

de olvidos que atragantarían la vergüenza )))


una cucharada de azúcar sería insuficiente

una bachiana de villa-lobos sería insuficiente

un poema de fayad jamis sería insuficiente

todo era insuficiente para deshacer el abismo

entre la boca y el plato




sábado, 1 de octubre de 2016

Jamás otra vez



En la pared la mosca. En la mente el nerviosismo de la mosca. 

En el día la muerte de un recuerdo. En el recuerdo aquello que no existirá. 

Jamás ) ) ) ) ) ) ) ) )

Jamás otra vez. Jamás el dibujo de los niños. Jamás el juego. 

Aunque los asesinos se arrepientan.




domingo, 17 de julio de 2016

Entre orillas







Exacta la medida de una orilla a otra orilla

Precisa la forma como el nombre mismo que la refiere

Pero nada cierto podía decirse del número de horas

Respondiendo el teléfono 

Ni de toda esa oscuridad almacenada

 En las pantallas de los ordenadores.

Una pregunta que se desbarataba 

Sin alcanzar la idea de las dudas

Una guerra de puntas aceradas atravesando el tímpano

De la música impuesta desde el fondo de los coches.

Envuelta la sustancia en hojas de tiempo

Casi como un cuerpo descarnado en el palimpsesto de otro mundo

Caía al vado en que el moscal verdoso pululaba hambriento

En ese cadáver que fue, alguna vez, apreciado por unos cuantos.

Pero todo iba sin preámbulo a disolverse con la lluvia.



martes, 21 de junio de 2016

ESTO





Ustedes no ven esto:

Abstracto dibujo de sombras en tinta blanca, delicuescentes, engañosas.

Electrónicas como han sido últimamente.

Ustedes cambian de andén, de domicilio.

Cambian de canal y de automóvil.

Pero no ven esto. Esto que es pasajero, y es un ruido

de muchos mundos en caída al límite de un recuerdo.

No es más que esto,

que se acomoda a todas las efímeras figuras que se mezclan

cual sinalefas entre porosos hiatos.

Esto que es como aquel poema electrónico de Varese.

Lo citaría íntegro, sabiendo de antemano lo inútil que es aferrrarse

a un seguimiento ininterrumpido de melodía y huella.

Huella en los labios, más que arena en un beso de chopán nocturno.



Ya se irá viendo si esto continúa

en una palma de mano que se atora, cansada por tanta ausencia

de sueños, y de aquello que se niega a parecer definitorio.





viernes, 3 de junio de 2016

Calurosa tarde




Habladraba el perro 

bajo un sol que había enloquecido a los niños.

Éstos no dejaban de tirarle aguacates podridos 

y limones inmaduros, y el pastor alemán habladraba 

contra tanta guerra de niños alebrestados.

Minutos que parecieron horas 

de estruendos en ventanas y puertas,

Hasta que salió el viejo, el dueño del animal, 

enloquecido por tanto calor y por tantas bombas de niños 

contra la maltratada fachada, 

pero sobre todo contra el cuerpo del perro,

Que no dejaba de habladrar ensordeciendo 

a todos, a todos los que pronto reconocerían 

Que había una guerra de espanto infernal.

Y el viejo volvió a salir, 

cuando supo que los niños no habían dejado de disparar 

contra su can,

Salió con su escopeta de copitas, 

y disparó contra todos ellos, 

Como si de soldaditos de plomo se tratara 

en la carpa de una feria,

y el perro habladraba, 

con la rabia escurriendo de sus fauces negras.

Habladraba, 

habladraba, 

habladraba...


   

miércoles, 1 de junio de 2016

? ? ?_______: : :




Era un animal enorme y lleno de bichos. Enfermo. Ni las tantas vacunas ni toda la gran cantidad de drogas pudieron alejarlo de todo el sufrimiento. Murió encogido por tanto dolor. Sin nadie para conservar su memoria. Fue el último ejemplar en su especie. 


sábado, 28 de mayo de 2016

Fantasmas






La lluvia chorreaba adentro del edificio. Más allá de las columnas de cemento estaba otra realidad. Pero adentro, el grupo de fantasmas buscaba refugiarse del frío y de los chorros de agua.

          -No parece acabar esta lluvia –dijo uno de ellos.

          -No acabará nunca de llover –dijo otra voz.

          -¿Estaremos ante un nuevo diluvio? –habló un tercero.

          Nadie reaccionó ante esta idea.

          Caminaban uno detrás de otro junto a muros reventados, sin hablar ni levantar la mirada. Todo alrededor suyo era un territorio de agujeros grandes y medianos, de enormes troncos y bestias que aparecían y desaparecían por todas partes. El olor a selva provenía del otro lado de las columnas. Durante años la naturaleza se había ido apoderando de ese edificio en que caían cascadas que no dejaban ver qué había más allá de los muros de agua y vegetación.

          Después de mucho caminar, dijo una voz doliente:

-Sigan ustedes. Me siento mareada. Voy a quedarme aquí un rato.

          El fantasma que venía detrás, dio un salto para esquivar el bulto que se había quedado junto a un enorme tronco descansando. Otro de los que venían muy atrás, se quedó también a descansar. Se sentó sobre un cubo de cantera. Después de sacudir el cuerpo y la cabeza, se puso a hablar despacio, como si meditara en voz baja:

          -Nunca en mi vida había visto llover tanto. Hasta tengo miedo. Yo que siempre sostuve que el agua era vida… Yo que siempre me divertía jugando en los charcos de mi barrio… Yo que siempre aplaudía cuando llegaba la primera lluvia de verano… y ahora... No puedo creer que me sienta horrorizado.

          El otro fantasma nada dijo. Estaba tan mareado que había cerrado los ojos para descansar y ver otra realidad menos triste.   

          -Si pudiera me echaría a dormir como tú. Pero tengo tanto miedo, que si cierro los ojos me disolvería entre tanta agua.

          -Mejor es que te vayas de aquí –dijo el fantasma desde adentro de la oscuridad en que descansaban sus ojos.

          -No podría hacerlo. Ya no hay nadie a quien seguir, y no tengo valor para enfrentarme yo solo a la lluvia.

          -Entonces cállate y déjame pensar.

          -Tampoco puedo callarme. Si callo me entrará el sueño y entonces… es seguro que me diluiré y no quiero desaparecer todavía. Hablaré bajito para no distraerte. Te aseguro que te dejaré pensar.

          Del otro lado de las columnas la otra realidad se fue llenando de luces y colores. Allá a lo lejos todo parecía normal. Mientras tanto, adentro del edificio la lluvia no daba señales de terminar nunca.

          Del grupo de fantasmas que había continuado buscando refugio, ya sólo quedaba uno. Caminaba solo entre los corredores cargados de ramas y de sapos, cantidad de sapos y de otros animales que cantaban a la vida. 





Singulares huéspedes








Podía hacer la serie y morir y no haber terminado de contarla.

Un dibujo entonces en el agua era mucho más seguro que robarle al cosmos los secretos.

Minúsculo secreto, o hasta menos que eso.

Sabiendo el hueco que se abría, salió a la calle, y como quien se inclina a atarse las agujetas, desbarató la verticalidad y se puso a ver las hormigas con la cara pegada al pavimento.










Mientras tanto, entre la suave claridad de la tarde, los pasos fueron y vinieron, y la mirada, impuesta por los influjos de lo cotidiano, alcanzó a vislumbrar el cuerpo de algo ajeno.

No faltó quien tuviera el deseo de patear ese cuerpo que ignoraba las normas de lo público.

Maldita la hora en que pasé por esta calle, dijo el viejo que chorreaba rabia en su prisa.

Por el contrario, algunos colegiales vieron el hecho como de lo más normal, y se acercaron a curiosear con quien mantenía el rostro pegado al pavimento.

Es otro el espacio.

Desde aquí, es otra la promesa del lenguaje.

Llegó la policía. Lo vieron así; arrodillado y con el torso doblado como hacen los musulmanes; pero él, en vez de besar el suelo y dirigir plegarias, quería atrapar hormigas con la nariz y los labios. Quería ofrecerles otro universo a tales animalitos, quería hacerlos huéspedes de su boca.

Uno de los gendarmes levantó la macana y se la estampó en las nalgas, gritando:

            ¡Levántate miserable!

Otro de ellos tiró un puntapié y pegó en el hombro.

Fueron dos mujeres quienes intervinieron diciendo:

            ¿¡Pero qué les ha hecho este pobre hombre para que lo traten así!?

Uno de los policías, el más feo y violento, escupió y fue a pararse ante las señoras; y les echó su puerco aliento:

            Mejor es que callen y vayan a lavar pañales. No es asunto suyo. ¡¡¡Eha!!!

Se abrió entonces otro hueco y salió de allí el miserable hombre y se encaminó a otra parte. 

Después de un tiempo de ir contando otras series, escuchó el paso de las hormigas que se movían sobre su cabeza. Sonrió.

Tras varios días de enfermedad y encierro obligado, por fin estaba contento.

Había vuelto a la vida.









Distintos tiempos





I

Era la misma pregunta tantas veces repetida. Pero con el tiempo, la respuesta no podía ser nunca la misma. Así pasaba también con otras ideas que se le habían ido quedando al pasar de los años. Por más que quisiera llegar hasta la médula en todas esas figuras de la mente, al final de esta búsqueda, lo que se mostraba eran más fantasmas -abundantes fantasmas- y menos espacio para dejarlos ambular en los corredores de su mente. Con otras palabras, el río de Heráclito estaba, pues, realmente vivo en los torrentes de su sangre y de su pensamiento.   

II
Pulso apenas. Peligroso, llevar el tenedor a la boca. La cara empapada en sudor. Hambre. Y angustia. Le pediría a Bárbara que le ayude. Pero nada le dice. Deja que ella continúe charlando con su primo, su amor de adolescencia. Más acá, a centímetros de distancia, el esfuerzo para cortar la carne sin hacer rechinar los metales en la porcelana del plato, más aún, aterrado de que vaya a salir botado el jitomate o algunas rodajas de cebolla, siente cómo se mezclan las lágrimas con el sudor, siente cómo todo adentro de él es un maremagnum de nerviosismo feroz, y de vergüenza, y de incapacidad para calmar el hambre. Si pudiera, bebería toda la botella de tequila que está en el centro de la mesa, porque sabe que, emborrachándose, sólo así, podría cortar la carne y llevarla a la boca sin peligro de herirse a sí mismo. Pero no, los medicamentos que ha venido tomando en las últimas semanas lo harían convulsionarse.
Atrapado. Está atrapado. ¿Desde cuándo dejó de sentirse libre y contento? ¿Desde cuándo descubrió que la belleza de Bárbara, menos que hacerlo sentir orgulloso, por el contrario, lo avergonzaba, hasta el extremo de que, con cada día que pasaba, menos y menos seguro estaba de vivir con ella? Ella tan fresca, tan madura, tan entera en todo su ánimo. Tan integrada en el mundo de las verdades a medias, o de las mentiras completas. Ella tan segura de beber una copa sin el terror de que esa mano suya acabe derramando el vino sobre su falda.

III
Era la cuarta vez que leía la novela. La primera vez fue un personaje quien le enseñó a pensar y a conducirse de una manera absoluta a sus diecinueve años. La segunda vez –tenía 28 y estaba casado con Bárbara-, fue todo el mundo de la novela el que se le abrió para sentirse el personaje que al autor se le había olvidado ingresar en todas esas historias.
La tercera vez que la leyó, no hubo ni personaje ni mundo, sino preguntas. Fueron preguntas que nacieron en la piel de su pensamiento, donde las respuestas jamás pudieron ser satisfactorias; ni leyendo las otras novelas del mismo autor. Finalmente, en la cuarta vez que se puso a leer la novela –pocos meses antes de morir-, descubrió que nada estaba más allá de las medidas del mundo, y que el mundo era una realidad abarrotada de desconocimientos.

IV
La cena concluyó. Después de tanto pensarlo, bebió tres vasos de tequila. No hubo convulsión pero sí paro cardiaco. 
Ahora Bárbara estaba llorando en brazos de su primo, afuera del hospital donde había sido ingresado, infructuosamente, su esposo.

             


Zona centro







Había conocido músicos callejeros, actores callejeros, bailarines callejeros, poetas callejeros; pero nunca me había topado con ningún filósofo ni cuentista callejeros. Los conocí la semana pasada.
            El filósofo era un viejo que se apoyaba en dos bastones purépecha para caminar y para mantenerse en pie mientras hablaba sobre todos esos pensamientos que le venían dictados por el dolor y la decepción. A diferencia del filósofo, el cuentista era un adolescente, quien con gorra y gafas gruesas, sucias y con cordones para mantenerlas seguras sobre la cara, contaba sus breves historias en torno a las peleas de su barrio y de todos aquellos que habían caído asesinados por las balas o por arma blanca. Después de echar el cuento-crónica, se sacaba la gorra y comenzaba a pasearla frente a los espectadores; había quienes sacaban algunas monedas y las depositaban en el redondel de la gorra, o había otros que nada más daban la vuelta y dejaban al cuentista con el brazo extendido. Para con el filósofo, el reducido auditorio no sabía qué hacer luego de que el viejo callaba y permanecía con la mirada puesta en alguno de esos rostros atrapados por la intriga.
            “Si a alguno de ustedes le sobra una moneda o algún billete”, anunció el filósofo, al percatarse que nadie se movía, “pueden tirarla en el suelo y yo recogeré lo que ustedes han querido regalarme”.
            Para hablar como lo ha hecho el filósofo, para decir esos pensamientos, sería necesario haber vivido y reflexionado durante muchos años. Quienes habían escuchado al viejo, en su rostro podía descubrirse el abismo en que de pronto se sintieron suspendidos, y era por ello que no habían sabido cómo reaccionar. Tal vez hasta creyeron que el viejo era uno más de los miles de pedigüeños que pululan en la zona centro de Guadalajara, o hasta pudieron suponer que era nada más que un orate, que un alcohólico o / pero de ninguna manera debieron pensar que estaban ante un filósofo callejero.
Para contar breves historias no había que llegar a ser una persona mayor. En la música como en la poesía –recordé-, no han faltado los artistas precoces que habían hecho historia. Pero en la filosofía, me parece, no ha habido nadie que haya pasado a la historia por su precocidad para crear complejos pensamientos o para cuestionar y poner en jaque ningún sistema filosófico. 



Señales









No soy un ser de razones;
antes bien, soy un ser de sinrazones.
Lezguiebo Znahda


El día se anunciaba en una intersección. Detenido para cruzar la calle, Lucio miró el choque de dos atomóviles. El resultado fue que las bolsas de protección hicieron lo esperado: estallaron contra el rostro de cada uno de los conductores. Enseguida llegaron algunos peatones para asegurarse de que estaban vivos los pasajeros, y mientras los cláxones de ambos autos no dejaban de sonar, tuvo que retirarse uno de los que habían llegado a mirar en el interior de los carros. Extrajo el celular de su chaqueta de cuero y empezó a marcar. Lucio continuó su camino, con el corazón alterado y con la garganta reseca.
            
     A las pocas horas, cuando salía de una tienda donde había comprado un paquete de cigarrillos, y cuando se disponía a encender uno, volvió a escuchar el estruendo de una colisión. Esta vez se trataba de un vehículo del transporte público, que había golpeado contra la parte lateral de una camioneta. Fue tan impactante el golpe, que la camioneta empezó a dar varios giros hasta terminar golpeando contra un poste del tendido eléctrico. Sin quererlo ver, Lucio se percató que se trataba de una mujer la que había venido manejando la camioneta. A los pocos instantes, por una de las ventanillas del vehículo, asomó el rostro de una niña gritando para que ayudaran a su madre: “¡Que se está desangrando”, gritaba la chiquilla. Mientras tanto, el chofer del transporte público se había ido corriendo por una de las calles cercanas. Después de ver todo esto sin quererlo ver, Lucio tiró el cigarrillo adonde estaban otras tantas basuras. Sin pensarlo en absoluto, se retiró a toda prisa, con el pecho lleno de algodones fríos, huyendo de lo que imaginaba había ocurrido con el cuerpo de la madre de la niña. “Dudo que esté viva”, se dijo, casi corriendo para llegar pronto a su casa.
      
      En la noche, mientras descansaba acostado en su cama, escuchaba la cantidad de sirenas que entraba por la ventana de su cuarto. No estaba seguro si se trataba de sirenas de carros de policía que iban a enfrentar a los criminales que pululaban en muchas zonas de la ciudad, o si se trataba de ambulancias que se dirigían a recoger las víctimas de algún accidente o de alguna de las tantas ejecuciones que habían estado sucediendo con  más frecuencia en las últimas semanas.


            Otro día, mientras caminaba por la calle de siempre para dirigirse a su trabajo, Lucio se dio cuenta que había un incendio en una de las tiendas de autoservicio que hay cerca de donde vive. De inmediato sintió que el corazón se le encogía hasta alcanzar el tamaño de una punzada de alacrán. Nada podía hacer para evitar el día que se avisaba, nuevamente, catastrófico.


lunes, 23 de mayo de 2016

Unas horas más tarde





A la memoria del maestro poeta
Enrique Fierro


Debe ser noche tibia
Noche de mayo en Austin.
Debe ser una hora,
Como la de siempre,
Como la de cada noche,
Y tú ya sin más dolor,
Sin más preguntas al silencio,
Sin más versos breves entre tanto ruido.

Ya no tendrás que arrastrar la sombra / tu sombra
Para llegar
Para ir
Para entrar
Para salir.
Ya no tendrás que detenerte a beber el aire.
Ya no te verán más nunca entre los ventanales
Ni callarás más desánimos abajo de tu eterna barba.

Debe ser noche tibia en Austin,
Noche 21 de mayo en soledad.
¿A qué horas fue que te olvidaste de todos los muertos
De todos los vivos que te recordaremos siempre,

Amigo, maestro, poeta Enrique Fierro?



No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...