¿Hay que asumir la soledad como una condición de ser?
¿Cómo he de ver que habita en mí -y me define- una soledad, como tal?
¿Como fuerza necesaria: de una experiencia que significa que vivir es padecer la existencia de estar en un mundo social repelente?
¿Soledad que es admitir los vacíos en que el silencio llena la distancia que se aviene ante los otros: como seres extraños, difíciles de tratar y, sobre todo, difícil de comprender?
Contaba los cigarrillos que fumaba, y las copas, y
mientras tanto, se iban borrando las nubes.
Contaba los días que no fumaba, y las noches en que
dormía sobrio, mientras tanto, las pesadillas iban acumulando horas de
insomnio, horas en que la muerte era la única realidad segura que abría las
puertas para irse lejos.
Mejor fue que dejara de contar los baches en que se le
rompía la calma, y los días que lo reventaban en todo momento.
Hoy ya no cuenta nada, no toca nada, no habla; se ha abandonado a la
suerte de que el cielo permanezca dentro de la cabeza; asomándose entre un
montón de abismos, imaginando hasta cuál abismo último estallará por completo.
Hablaba de la perfección. Creía en la perfección. Pero
le asustaban el movimiento y la enfermedad.
Le importaba mucho la evolución. Pensaba que la
evolución era el sentido de vivir. Pero le aterraban la guerra, la destrucción
y la muerte.
Suponía que vivir significaba la permanencia
irrefutable. Pero cada vez, cada día, cada mañana que sucedían en su cuerpo,
verse ante el espejo era aterrador.
Pasaron los años, y hasta entonces descubrió que la
perfección era apenas la idea de un deseo suyo; que la evolución, para que ocurriera,
era necesario que hubiera destrucción y muerte; que la permanencia en el vivir
era ilusoria, que lo impermanente era lo único cierto y real, que vivir a
diario era morir a diario, que nadie estaba para siempre, que nada y todo estaban
como una condición de hacer posible el movimiento.
Gastarse era movimiento.
Dormirse era movimiento.
Crearse era movimiento.
Destruirse era movimiento.
La muerte, tal vez, era la detención absoluta del movimiento.
Que nada en ella estaba para ser permanente o
impermanente.
Que nada en la muerte existía para declararse como
cierto y verdadero.
El mundo no existía para la muerte.
La muerte no existía para el mundo.
Quien creía en la perfección era un ser iluso.
Quien pensaba en la imperfección era un ser nervioso.
Nervioso se sacudía en los temblores del nunca estar
quieto.
La calma quieta de la
paz era una idea sin fundamento histórico.
Estudiaba
en el bachillerato, y mi hermano, en la secundaria. Me pidió que escribiera un
cuento en el que el tema fuera la primavera. Me dijo que quería concursar
y que, si ganaba, le regalarían una pelota de baloncesto y una camiseta
deportiva.
Escribí el cuento. No debió pasar de las novecientas
palabras. No recuerdo exactamente cuál fue la historia que conté; recuerdo
el título: "De viaje al mar". También recuerdo cuando mi hermano
me comunicó que el cuento no había sido premiado.
Acabó la primavera y el año escolar. Mi hermano pasó a tercero de
secundaria y yo egresé del bachillerato.
Era una de esas tardes de domingo, lluviosa, de finales de agosto,
cuando mi hermano me dio a leer unas hojas mimeografiadas, engrapadas y
simulando ser una revista escolar. Vi entonces que en un par de páginas
dobladas estaba impreso el cuento que yo había escrito: "De viaje al
mar", así, sin haber modificado ni una sola palabra, el cual estaba
firmado con un nombre completamente diferente al de mi hermano.
El cuento se presentaba como el trabajo ganador del Quinto Concurso de
Cuentos de Primavera. Año XXXX de la Secundaria Pública No. XXXXX
He sido víctima de otros
plagios.
Hoy, con toda esta
hiperactividad que está ocurriendo en la Inteligencia Artificial, no sería
extraño que algunos de los textos que publico en este blog o en otros
medios electrónicos, acaben siendo parte de los archivos con los que se
alimenta la IA.
Pero igual que ocurrió con "De viaje al mar", que
nada reclamé, porque, de haberlo hecho, mi hermano habría sido afectado,
seguramente. Hoy, mañana o pasado mañana, nada podré hacer ante las
poderosas empresas que están detrás de las IA´s.
Es muy probable que no sea el único escritor en ser plagiado por los
"cognitarios" que están al servicio de las empresas digitales.
Por lo que parece, la historia del
mundo creativo no deja de repetirse.