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lunes, 8 de abril de 2024

En el agua sucia de las horas



No se fueron ellos. Fueron los ojos, que se desviaron a la velocidad 

de la mirada. 

Más que vacío, la dispersión se hizo presente, a ritmos de sueños y 

de máquinas extrañas.

Un sabor a polvo y a fruta podrida se añadió al paladar. Un 

acalambramiento robó quietud a los huesos.

El instante era propicio para refrendar una voluntad de moscas 

envenenadas.


No se fueron ellos. Nadie se fue. Todo en la ciudad era normalidad 

de acciones y de ruidos.

Detrás de la ventana, estaban los párpados abiertos para que la 

mirada abandonara mi cuerpo.


La habitación era un sueño de voces sin cuerpo. 

La mente era un cementerio de ideas putrefactas.


En realidad, la dispersión era la única sensación saludable; gracias 

a ella, la fuerza de los instantes caía y se desbarataba en el agua sucia

de las horas.


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