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lunes, 31 de diciembre de 2012

Baño público






El muchacho vio a la mujer que llevaba colgada la cámara fotográfica en medio de sus pechos. Con esa imagen entró a los baños públicos.

Estaba bajando el cierre de su pantalón cuando oyó una voz que decía: “Quiero retratarte”.

El muchacho volteó hacia ese lugar. Allí vio a la mujer que estaba con las dos manos sosteniendo la cámara. Sorprendido, no supo qué hacer primero; si guardarse eso o decirle algo a la mujer.

Habló: “¿Por qué quieres retratarme?”

         La mujer vio hacia la puerta de salida, cerciorándose que no entraba nadie más y, mientras rascaba con una uña su garganta, dijo: “Quiero atrapar el instante en que salte el chorro de tu orina”.

          El muchacho había dejado eso afuera, con la cabeza colgando como si se tratara de un pajarito muerto.

          Sin soportar la mirada y los destellos que hacía la cámara encima de su cuerpo, el muchacho guardó el pene y subió el cierre de su pantalón. Pero había sido tan rápido el movimiento, que, sin desearlo, atrapó parte del balano con la cremallera.

Gritó: “¡Tú estás loca!”

La mujer no alteró ni un músculo de la cara. Por el contario, se mantuvo quieta, con los ojos abiertos como un maniquí, y después de ver salir al muchacho, alzó la falda hasta la cintura. Se puso a orinar, como cualquier otro, sobre el puerco mingitorio.




sábado, 29 de diciembre de 2012

Entre las horas







Antes viste a dios hecho mujer.

Hoy lo has encontrado tocando guitarra

e improvisando solos de jazz y flamenco. 







Luego se ha hecho silencio

y te ha entregado

                                unas hojas pautadas;

                                sin líneas de compás,

                                sin el quebrado que marca

                                los tiempos fuertes y los débiles

                                de alguna síncopa de corazones /al aire

ni el modo en que se interpretaría

la pieza ni el Tempo

ni la hora en que tú continuarías

                                 las otras interpretaciones en el teatro

                                 de tus noches y los días. 







Enseguida se ha desvanecido,

                                  entre chorros de azulenco humo,

                                  y tú, sonriendo con la tristeza de los alcohólicos,

                                  has temblado comprendiendo lo que te espera:

entre las horas y a orillas del silencio.




jueves, 27 de diciembre de 2012

El dolor de la memoria







El dolor de la memoria asoma.

Sobre todo al otro día en que uno amanece

con los labios secos y las manos frías.

Asoma pegado a la ventana de los ojos,

y pareciera que no hubiera alma.


Donde antes hubo tiempo suficiente,

asoma con sus dedos temblorosos y palpa.

Ambos párpados se adhieren a la ardorosa espuma

del dolor y suena un hueso de niño.

Un hueso de niño que choca contra algo enorme,

y cae y se levanta y vuelve a correr

hasta dolerle las rodillas.


El dolor de la memoria permanece.

Permanece la espuma, la ardorosa espuma

y los ojos se abren y se cierran bajo

la gris mañana en que los párpados,

aparentemente sin alma,

 en que los labios secos y las manos

y el dolor del niño y las rodillas…




domingo, 23 de diciembre de 2012

Irrupciones










Dicen que termina el día a eso de las 24 horas.

Dicen que cada día tiene un nombre.

Dicen que esto de las cantidades

Y de un nombre cada 24 horas

Sirve para definir y dar orden y claridad a/








Ayer me levanté a una hora

pero con el cuerpo en otro día.

Ayer no supe quién llamó en la tarde o en la noche

                              de otro día.

Ayer no estaban mis manos donde siempre.



Luego de sentir que era otra la tarde y otro el día

Pensé que mejor era no salir de casa.

Me gusta el frío y sin tener las manos de siempre,

Pensé: “Mejor me quedo aquí”








Pero entonces aquí me indujo a pensar en allá.

Y allá estaba, tan lejos de mis labios, el rostro de Marina.

Hermoso rostro que se desdibujaba.



Entre los desdibujamientos, de mis labios fueron escapando

Palabras que hablaban de cosas que yo desconocía.


Mientras tanto, bajo los renglones de mis dientes,

Nunca dejó Marina de aparecer con impronunciable belleza.




viernes, 21 de diciembre de 2012

Micropieza 0

Puedes ver 
permanente-mente hacia ese mismo punto                         .


La figura, por momentos, se descompone 


en ondas líquidas   )   )   )   )   )



El pensamiento se llena de ruidos y de silencio








El cuerpo tiembla          tiembla             tiembla.

El cuerpo es de una niña. 

O quizás no.

El cuerpo es un niño.

Tiembla adentro de un cono de luz azulada.

Está en  un callejón. 

Afortunadamente no andan merodeando ratas.

Alguien enciende la luz. 

Se abre una ventana y asoma el cuerpo de una señora.

Grita:

¡¡¡Anselmooooo
¡¡¡ Evaaaaa

Se encienden más luces en el callejón. Se abren varias puertas y salen varios perros.

Los perros rodean el cuerpo del niño / de la niña…






Después todo se apaga.

Allá arriba no hay luna.

Tampoco hay nubes.



miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hacia otra muerte







Podrían ser los mismos zapatos, el mismo pantalón, la misma camisa.

Podría ir en la misma calle, a la misma hora.

Podría acostarse con la misma mujer y decirle las mismas palabras.

Podría soñar el mismo sueño en ese mismo bosque con la misma bruma y el mismo helor y la incertidumbre de no saber donde queda el norte ni donde el sur.

Podría sentarse en la misma silla y comer el mismo platillo y ver por entre las mismas cortinas las mismas ventanas del edificio de enfrente.

El mismo edificio, los mismos colores, los mismos personajes, las mismas palabras, los mismo gestos.

Los mismos ruidos en la noche. Las mismas llaves las mismas cerraduras.

Las mismas paredes. Los mismos árboles.






Pero un día en otra hora, desbaratado el avispero de los pensamientos, con las manos apretadas bajo la sensación de los abismos, con el sudor chorreando desde la nuca hasta los talones, parado a orillas de otro tiempo, tocaría las otras nubes, las otras sombras.

Escucharía otros ritmos.

Acariciaría otra mujer, otra cara, otros labios.

Serían otros los ojos, otras las pestañas.

Ya no estaría en el mismo cuarto piso.

Viviría en otro edificio, en otra calle, en otra ciudad, en otro continente.

Pensaría con otra lengua. Meditaría con otras imágenes.

Vendrían otros sueños. Otros miedos. Otros terrores.

Tendría otro nombre. Otro cuerpo. Otra historia.

Tendría otra muerte.




domingo, 16 de diciembre de 2012

Correr










Era después algo maravilloso.

Después, como siempre, era

La sensación de lo que había ocurrido

Esa tarde, ese año, ese día

En que te habías levantado con el pie izquierdo.



Diez años después había dejado de ser

El tono preciso en la cara y las manos.

¿Demasiado tarde?

El rictus ante el espejo.

Incrédulo

De lo que ahora estaba en tus ojos

Lleno de ensordecedor asombro.



Diez años después, hasta un siglo después,

El instante volvía a presentar los hechos

De un modo que era imposible negar la risa

El llanto de no estar otra vez en esa tarde

En ese instante de ese año.



Dejarlo morir y caerse junto al terciopelo negro

Sobre los espejos.

Llenar los pulmones de otro aire

Fesco o helado

Y andar con otra piel.

Otro mes

Otro día otro año

Salir del círculo

De los relojes y de los calendarios.


Correr.

Correr.

Hasta perder la visión y los recuerdos.




sábado, 15 de diciembre de 2012

Breve diálogo









-“¿Escribes porque eres escritor, o eres escritor porque escribes?” –algo más o menos así fue la pregunta que hizo el personaje a otro personaje en una novela de Susan Sontag: El benefactor. Y yo te preguntaría exactamente lo mismo, Sebastián.

-Yo no veo así las cosas, Ernesto. La cuestión es otra; al menos para mí es otra la duda.

-¿Cuál es esa duda? –Preguntó Ernesto.

-Para mí, la duda es saber o estar seguro de quién decide qué es lo que se escribe. Digamos que es una duda en clave ontológica, y no óntica, como es el caso que aparece en la novela de Susan Sontag. No es la praxis definitoria lo que me preocupa sino el significado de ser que en la escritura subyace. Así como se habla de lo que es decible, de lo que es pensable, de lo que es pintable, así también, en mi caso, la duda que me tiembla en el cuerpo consiste en saber qué es lo que hace que algo sea entendido como escribible. No son tampoco la sintaxis ni la semántica los constituyentes que me preocupan para saber qué es y cómo es lo que se escribe. En breve, la duda que me ha tenido atrapado por mucho tiempo es comprender qué es eso que se escribe y que no puede ser expresado de otra manera. Me importa saber cómo el texto posee una expresión escrita imposible de ser trasladada (traducida) a otras formas del lenguaje no escrito.

           Ernesto limpió la empanada manga de la americana, y se mantuvo atento a los fulgores que estallaban del otro lado del muro de cristal, por donde la noche flotaba en torno a fluorescencias y embarrados colores en el aire. Después de un breve trago en el vaso de cerveza oscura, sonrió a su amigo Sebastián, y dijo:

            -No sé si llamar complejo o difícil o nada más que complicación a esa virtualidad que asoma detrasito de tu duda, o si en realidad se trata de lo que algunos filósofos llaman la inmanencia. Si te voy entendiendo bien, Sebastián, lo que a ti te preocupa es el volumen con que el pensamiento-imagen-imaginario ocupa el concepto del ser-escritura. ¿Cierto?

            -Es posible, Ernesto -reaccionó Sebastián, y añadió como si estuviera hablando para con él mismo-: Desde luego que la escritura en la que pìenso, quizá, no es la escritura en la que has estado pensando tú. Lo que me interesa aclarar es la memoria que se mantiene fiel a la escritura, y no a la inversa, la escritura que se mantiene fiel a la memoria.

            Después de esto, ambos amigos se dejaron ir por las corrientes del afuera; uno hacia el rumbo de la noche y sus deslumbramientos, el otro hacia la poética de los gestos y el vestuario en que se animaban los cuerpos en torno a las otras mesas.





No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...