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jueves, 27 de diciembre de 2012

El dolor de la memoria







El dolor de la memoria asoma.

Sobre todo al otro día en que uno amanece

con los labios secos y las manos frías.

Asoma pegado a la ventana de los ojos,

y pareciera que no hubiera alma.


Donde antes hubo tiempo suficiente,

asoma con sus dedos temblorosos y palpa.

Ambos párpados se adhieren a la ardorosa espuma

del dolor y suena un hueso de niño.

Un hueso de niño que choca contra algo enorme,

y cae y se levanta y vuelve a correr

hasta dolerle las rodillas.


El dolor de la memoria permanece.

Permanece la espuma, la ardorosa espuma

y los ojos se abren y se cierran bajo

la gris mañana en que los párpados,

aparentemente sin alma,

 en que los labios secos y las manos

y el dolor del niño y las rodillas…




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