Habladraba el perro
bajo un sol que había enloquecido a los niños.
Éstos no dejaban de tirarle aguacates podridos
y limones inmaduros, y el pastor alemán habladraba
contra tanta guerra de niños alebrestados.
Minutos que parecieron horas
de estruendos en ventanas y puertas,
Hasta que salió el viejo, el dueño del animal,
enloquecido por tanto calor y por tantas bombas de niños
contra la maltratada fachada,
pero sobre todo contra el cuerpo del perro,
Que no dejaba de habladrar ensordeciendo
a todos, a todos los que pronto reconocerían
Que había una guerra de espanto infernal.
Y el viejo volvió a salir,
cuando supo que los niños no habían dejado de disparar
contra su can,
Salió con su escopeta de copitas,
y disparó contra todos ellos,
Como si de soldaditos de plomo se tratara
en la carpa de una feria,
y el perro habladraba,
con la rabia escurriendo de sus fauces negras.
Habladraba,
habladraba,
habladraba...
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