Antes
de una hora la quietud.
La
quietud de un día normal.
Después
ya no. Ya no la tarde
Ni
la hora ni la luz.
Ya
no el aliento leve.
El
rostro descompuesto.
El
corazón frío y las manos.
En efecto las manos
Ateridas un momento.
Ateridas un momento.
Nada
más un momento.
Después
ya no. Ya no la boca
Ni
la palabra ni la voz.
Ya
no el cielo ni la tierra.
Ya
no el aire. Ya no más la luna.
Un
momento.
Nada
más un momento.
Después
ya no. Ya no más
El gusto
ni la mirada ni el tacto.
Ya nada.
Nada en que esperar.
La tarde y el pensamiento.
Ya no más.
Todo se oscureció.
Al final siempre gana la penumbra. Un abrazo!
ResponderEliminarCasi siempre sucede al final, la oscuridad plena y la penumbra en sus inicios.
EliminarAbrazos
Hermosa, postage. Linda.
ResponderEliminarBesos
Gracias, José María, por la visita y tus palabras.
EliminarSaludos