Olvidaba
la puntuación, a veces.
La palabra
era más poderosa que la idea misma.
Pensaba
una palabra. La escribía.
Pero
al escribirla surgía otra palabra.
El pensamiento
no dejaba de atrapar la mano en que escribía.
Después
de varias palabras acomodadas, a pesar de tantos estrujamientos y magulladuras,
surgía el bosquejo de una imagen. Era el momento de marcar los contornos de la
imagen y convertirla en idea o en verso, en hecho posible o en pensamiento
obscuro / místico.
Quienes
lo conocieron, jamás imaginaron el silencio en que se miraba escribiendo a
diario.
Murió sin dejar huella. Se llevó toda la arena de las palabras. Supimos
de su existencia sus hijos, pero no de las cajas llenas con cuadernos y hojas
sueltas.
Habrá
tiempo para olvidarlo todo -escribió. Y todo volverá a ser otro tiempo. Incluso
otra memoria de ser.
Sin duda vale la pena recordar lo que escribes, Bocanegra, porque posee una belleza y un significado que están muy por encima de lo común en este marasmo paradisíaco de internet.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias, Carlos, por la fuerza que has puesto en tu comentario. Aprovecho el rumbo para decirte que, aunque no siempre dejo comentarios en tu blog, no significa que no he estado leyendo los textos que colocas alli.
ResponderEliminarUn abrazo
Pisas fuerte en el mundo de las letras, admiro tus destreza en la narraciòn. Enhorabuena
ResponderEliminarun saludo
fus