Hablaría de la nube espesa de moscas que se formó en el cielo de la casa, pero con tantas muertes en México, con tal genocidio creado por las manos poderosas e invisibles que golpean en el mundo, decido ponerme a tocar la guitarra y ver cómo la lluvia de élitros flota bastante cerca de mis ojos. Hablaría de las camisas empapadas de sangre o de las blusas desgarradas o de los cuellos de mujeres degollados en famoso puerto, en fin, hablaría de tanta sangre escurrriendo sobre los territorios de la anomia y el espanto, pero con tanto calor metido en los cubos de la casa, prefiero salir al patio y beber una jarra de agua fresca, al tiempo que los cuervos agreden a otros frágiles pajaritos en las ramas del peral que me observa.
No sé si es el calor que enloquece a los animales o es el hecho de haber vivido horribles pesadillas en las últimas noches, lo cierto es que hoy el yo me duele, me pesa, me mata como hacía años no ocurría. Hoy será mejor que me tire a la sombra del durazno y espere hasta que la tarde desaparezca en alas de palomas. Hoy no hablaré, hoy no diré nada para que el infierno crezca hasta lo impensable.
Todo ocurre en un instante, aunque no lo comprendamos todo, incluyendo el instante mismo. Bocanegra
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domingo, 24 de abril de 2011
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