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jueves, 21 de abril de 2011

Días fríos

Eran días fríos. El pensamiento se acomodaba hasta en los bolsillos del chaleco. Había que arrastrar la mirada para que el viento no humillara el rostro. En ese arrastramiento de ojos ocurrían breves historias; historias de hormigas y pajaritos muertos, de mensajes petrificados junto a cajetillas aplastadas de cigarros, de zapatos tirados frente a bultos cobijados con el sueño, a las afueras de edificios abandonados. En las tardes, del otro lado de la ventana, el sol era apenas una imagen de calor, una estrella que dialogaba con la luna casi transparente, un cielo retenido en pulcritud. En la noche el café esperaba con el cenicero dispuesto en el rincón de la casa, sobre mesita negra y lámpara metálica. El cigarro abría el recuerdo de las horas heladas al amanecer, el recuerdo del pajarito que había temblado un día antes y que luego estaba muerto junto al árbol gris y deshojado. De regreso a la silla y a la pálida luz de la lamparita, el humo arañaba el interior enigmático, junto a notas de piano bien tocado a esas horas de café y tabaco, de noche y de silencio tibio. Eran días fríos, helados, de soles negros para el pensamiento, que se abismaba en el ambular de hormigas sueltas sobre tierra oscura.

1 comentario:

  1. Me gusta tu escrito que transporta al lugar mediante la imaginación que hace sentir cada suceso que se narra.

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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