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lunes, 25 de abril de 2011

De otro lado de la luz

Hablábamos del viaje y de los ruidos en la noche, de los fantasmas que murmuraban en el cada quien mientras la espera o el turno era un ojo apretado a los minutos de la incertidumbre. Pasamos de pisar la arena suave del caribe a las indefiniciones en que nos movemos en la realidad de todos los días. Tú mencionaste algo sobre el tiempo de vivir en paz, y fue luego que de allí saltamos al pozo espeso en que las posibilidades mostraban su aparente asidero. Era posible continuar creyendo en la claridad como condición para estar en el colmo de lo inmediato desbordante. Pero también existía el otro lado de la luz, la otra boca que nos advertía sobre los terrores de no tener paredes que nos protegieran de las bestias. De inmediato se buscaron nuestras manos, y fue como si al tocarnos los fantasmas también callaran, como si la noche fuera el día aquel en que habíamos estado vagando con el sudor de nuestras manos por primera vez. Callamos y nos levantamos para salir del vacío en que los ecos irían diluyendo la ansiedad. Entramos a otro espacio. Subiste las escaleras mientras yo, hincado en el tapete de la sala, hurgaba en el revistero las hojas sueltas que había dejado guardadas. Desapareciste. Pero las otras voces, los otros ruidos de la noche, regresaron.

1 comentario:

  1. Tu mundo es el décimo círculo: carbón, ocre y homúnculos pululan sin freno.

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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