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sábado, 30 de junio de 2012

Grillos negros






Toda la ciudad olía a grillos muertos. Todo el tiempo millones de grillos, además, estridulaban en las ramas de los árboles, adentro de las grietas de edificios y portales, en los alfeizares, puertas, batientes, azoteas...






Había millones de grillos negros aplastados en las calles, en los corredores de las escuelas, en las escaleras de los estacionamientos. Todo el tiempo apestaba a grillos muertos.

Eran días de mucho calor. Eran horas de vivir como adentro de calderas, con toda la hediondez golpeando la frente, agrietando la garganta, punzando el paladar y la lengua hasta la náusea.




Y entre toda esa bruma de miasmas y delicuescencias, las palomas encontraban un lugar para quitarse el hambre. 




jueves, 28 de junio de 2012

desolación


















soplo helado en una tarde azul

donde el sol se estaba yendo

con la calma propia de los desolados


el arma en el costado tibio

llenaba de punzadas y de escalofriantes sacudidas

en el plexus un buitre, tal vez, o un ave de mal agüero esquinaba el pico


hueso frío, helado, zahiriendo el nervio que lo soportaba apenas

y de la luna llegó el manto blanquecino a cubrir el hoyo en que las garras

habían destripado el paisaje de los débiles sentimientos


vergüenza de ser el sueño de los dioses

tráfico de una risa estimada en llanto

/ o tal vez para ser más cierto

lecho de esperanza muerta




lunes, 25 de junio de 2012

Reposado canto






Reposado canto

Suave y elegante

Como un temblor de tela

A esa hora en que el silencio suena

Tan cierto

Tan fino

Tan canto y calma plena. 







martes, 19 de junio de 2012

Siempre irrepetible







La misma palabra estaba para ocasión y uso de lo de siempre.

Como aire o viento en diversas zonas, ayuntadas por el hacerse voz y cuerda.

La certeza de mirar, la emoción de tocar y el ruido áspero borrándose.


Dijo la palabra una y tantas veces lo que desde siempre fue distinto.

Distinción aparte era el tono, la altura, el ritmo en que se decía.

Hasta el érase una vez sonaba único: irrepetible.



sábado, 16 de junio de 2012

Incompleto








Desconocer lo que llegará  y temblar

porque el rumbo del día

-una hora después

habrá de desdibujarse.


Desconocer lo que significa estar

en los ojos de la noche y deshacer

-un momento antes

Todo el control de las cosas.




))))))

Un paso de oruga en la rama

y el árbol, pese a todo

mostrarse indiferente

frente al terreno de las otras aves.


Un paso de inválido en la mañana

y todo el mundo afuera del peso

la sombra el sudor del hombre

la risa de los niños y el día

ajeno a las carencias y los rencores.





El miedo

-sobre todo el miedo

por sobre todos los rencores

de no seguir los rumbos

que aseguran el lugar definitivo.





)))))


el lugar definitivo
                              
                          la casa
                  
                   el nombre pronunciado

la caricia
                             
                           el beso

la gracia

                          el sueño
                   
                                        tantos otros caminos






jueves, 14 de junio de 2012

Desapariciones











Había sido el calor, tal vez, o el cansancio acumulado de tantas horas de trabajo y de noctambulismo constante y sonante. O también, junto con todo esto, había sido el efecto de los ocho caballitos de tequila añejo; lo cierto es que, cuando Efraín se autonombró “el cronista de las cosas desaparecidas”, yo andaba cultivando orquídeas y corriendo con los pies desnudos en una playa del caribe, sintiendo lo fresco de una tarde que era otra tarde distinta, muy distinta y distante de la que estábamos viviendo los amigos a esas horas.

De regreso a la reunión, en el apartamento de Esteban, con los pies calzados y barriendo lentamente con los ojos el imperfecto ruedo de caras enrojecidas que se movían hacia atrás, hacia adelante, hacia los lados, me fui a contemplar el cuadro que había exactamente encima de la cabeza de Roberto. Era un óleo en que se representaba un atardecer y un lago, alrededor del cual había unos bultos que daban la impresión de ser montes y una pequeña barca. Era una barca flotando y sin tripulantes.

Tal vez a causa del calor o por las voces que se encimaban, o por los otros caballitos de tequila que había continuado bebiendo, fue así que me vi adentro de esa barca, con otros compañeros viajando hacia alguna parte difícil de saber. El aire olía diferente. Había frescura y silencios prolongados, y una paz que era el colmo de la dicha.

Pero como todo lo que se parece a la dicha inefable, de pronto la realidad de esta otra tarde fue quitando frescura al aire; el silencio había desaparecido completamente, haciendo imposible que la dicha continuara siendo dicha. Las risas que sacudían el cuerpo de los amigos, los interminables chistes que contaba Carlos, todo esto y el calor que no lograban expulsar los abanicos ni el aire acondicionado, provocaron que me sintiera atrapado. No tenía ojos para alcanzar la barca, ni fuerzas para correr en una playa del caribe, ni pensamiento para introducirme en los oceanos del silencio.

Antes de hundirme definitivamente en los remolinos de la ebriedad, recuerdo que pensé en la barca en que había estado oyendo el chapoteo del agua del lago contra el casco de madera y líquen, y las risas de los amigos como un coro, y el silencio espeso, seco, lleno de olvido y desapariciones.  





lunes, 11 de junio de 2012

En el instante de un cristal







  
¿Cantar y contar los aviones 

que se han dormido en el cielo amplio 

de tus ojos?

Llorar un cierto color de formas, 

un tacto de agua y de silencio.

Lo cierto es que estas flores se cansaron del azul

Se arrugaron de vivir tantos besos

En fin, se hicieron pétalos huérfanos. 







¿Establecer la hora en que desapareció 

la risa de tus labios?

Una forma de caer sin sueño 

es ir diciendo las cosas que se mueren.

Me preguntaste que para qué /

¿Para qué hablar de todo eso que se pierde?

No fue necesario repetir el estribillo tantas veces.

No fue necesario recordarte aquello triste 

de las desapariciones

Aquello que te quitaba el gusto 

de cerrar los ojos

y convertirte en alguien diferente.






¿Decir que todo es nunca para siempre?

¿Soñar que mañana es un fantasma

Que ayer es un cuento distante de tus dedos

que hoy es todo esto 

que nunca será para siempre?

Así volvemos al cielo de tus ojos,

A los aviones las flores 

los pétalos

el instante de un cristal.










¿Dónde encontrar todo aquello que se pierde?

jueves, 7 de junio de 2012

En la montaña coronada









Duerme el niño bajo una mano abierta.

El corazón es inútil colocarlo a esa hora:

Está todo tan lleno de nubes en su boca

Que es inútil ponerse a pensar / o a preguntarse

Por qué la imagen se ha desparramado 


Y vuelto sombra.







Ayer, sin ir más lejos, supe que nací ciego a las ocho en punto

De un día treinta de febrero.

Me llenó de escalosfríos saberlo.

Si el tío Arcadio no me lo hubiera dicho, yo habría estado seguro, 


Todo el tiempo, que había nacido con los ojos muy abiertos: 


Mirando el mundo.










Duerme el niño bajo una lluvia de palmeras.

El llanto es otra cosa, distinto de lo que esa lluvia representa:

Está todo tan callado en su piel de caramelo,

Tan quieto y dulce el gesto en que sus labios

En que sus manos reposan bajo la tarde,

Que es mejor levantar el cuerpo e irse hasta la noche.










)))
Ayer supe que no estoy enfermo de imaginación,

Y que la razón es la única cosa pobre que no da

Para decir mucho: ni siquiera una gran mentira que haga

Reír o dar gritos a la abuela. Es más, ni siquiera ayuda la razón

A vivir entre los días y las cosas.







Sin ir más lejos, ayer el tío Arcadio me confesó una verdad

Que me hizo temer lo peor.

Lo peor es que me la dijo cuando ya había caído la noche.

Momento supremo para dormir con el día entero atado a los pies.

Si el tío Arcadio no hubiera entrado a casa, o si mejor se hubiera callado:

La noche no habría matado los días aquellos en que la risa

Era todo lo únicamente verdadero.  









))))


Tan ajena a la vida,

Tan sola,

Tan sola y sin luna,

Enloqueciendo en su noche:

Pobre de la razón,

Tan sola en su montaña coronada.







sábado, 2 de junio de 2012

¿Quién sabe de esto?








Abrió la puerta y se fue a recorrer la ciudad. Toda la madrugada había estado atrapado por una idea platónica. Cansado de estirarse los dedos para calmar las ansias, fue considerando el itinerario para hacerse viaje en el tiempo, para hacerse cuerpo que se mueve sobre otras sombras de otros huecos.

Salió poco antes de que el sol se exhibiera plenamente en el horizonte.
            
           El primer testigo de su idea-cuerpo fue un perro, que al verlo pasar con el paso inseguro de los borrachos, se le tiró a las piernas, sin ladrido de por medio. Pero por una de esas reacciones que pueden darse en los sonámbulos, el cuerpo de la idea saltó y se trepó sobre el cofre de un carro que había estacionado. Y allí permaneció a salvo de esos colmillos, hasta que el perro se largó, sin haber soltado un sólo ladrido.

Quizás es un perro mudo y hambriento ­–pensó el cuerpo-idea-, y que lo único que deseaba era asegurarse de que yo soy cuerpo mordible, y no éste que ahora piensa, parado sobre el cofre de este carro viejo, en un perro mudo que ha vuelto a su sombra de existencias yertas.
            
          Avanzó por diferentes calles hasta alcanzar la avenida que le gustaba tanto, y que a esas horas mostraba la circulación de las luciérnagas, u otros vehículos que se le hacían menos horribles que los tachos de basura que había cada tantos pasos por el rumbo.
            
               Mar de enigmas que se guarda en cajas de color moviente.
            
           A su paso fue topándose con otros cuerpos que hablaban para ellos mismos o para otros menos tristes que él. Eran casi como otras realidades que regresarían para otro tiempo.

Otro tiempo. ¿Quién sabe de esto? Paseaba con pasos de olvido ensimismado -se pensó a sí mismo como para hacerse otro del que iba tropezando con el afuera y el adentro. El adentro. ¿Quién sabe de esto?
            
           La mañana estaba ya sobre todas las cosas, a merced de esa otra realidad con el lagunar callado de las sombras, estaba con el corazón del gran cuerpo que se desplaza –como a esa misma hora de todos los días- hacia todas las regiones del hacer vital, en tanto que este otro cuerpo, transido por el cansancio de no ser el cuerpo leve de las luciérnagas, se fue malgastando en su regreso hasta caer lleno de cansancio.

Ni a quien decir que estoy aquí, de nuevo aquí, de reqreso aquí. Ni a quien tirar el mordisco o la palabra que me absuelva de tanta inquietud, de tanto malestar, de tanto cuerpo-idea, de tanto vigilar el teatro de este pensamiento.






viernes, 1 de junio de 2012

Una historia inacabada







Era mucho el sueño, tanto como el deseo de continuar leyendo a Gurdjieff. 
Estaba solo en la casa. Todo el ruido estaba afuera.  Estaba contra el peso de los párpados  batallando para conseguir el final de una historia con sabiduría asiática.
Me levanté del sofá y fui a poner música sinfónica en el estereofónico. Durante algunos minutos el sueño parecía haberme abandonado; pero no había terminado el primer movimiento del Concierto No. 3 para piano y orquesta de Rachmaninof, cuando el peso de los párpados volvió a ser más y más oneroso.
Cerré el libro. Cerré los ojos y me dispuse a escuchar la interpretación que el concertista realizaba en el piano.
El sueño desapareció.
Abrí los ojos, me levanté del sofá, tomé el libro y fui a colocarme junto a la puerta de cristal que comunica al patio. Allí, recordando un ejercicio zen, logré permanecer parado sobre una pierna por un buen tiempo. De ese modo –así lo creí- podía continuar leyendo la historia sin que el sueño se introdujera de nuevo en mi cuerpo.
Estaba a pocos párrafos de alcanzar el final de la historia cuando llegaron Milena y los hijos. La obra de Rachmaninof ya estaba en el último movimiento cuando escuché abrirse el portón del garage. Lo primero que hice fue enderezar el cuerpo; pero no pude hacerlo del todo. Había demasiado óxido en las articulaciones. Un intenso, quemante dolor se me hizo en las rodillas y en la espalda, y entonces, al igual que los patitos de madera que son tirados con rifles de feria, me dejé caer sobre la alfombra, y así me puse a esperar, doliéndome todo el cuerpo, con el libro cerrado junto a la cara, a que acabaran de entrar los hijos y Milena…




No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...