Abrió
la puerta y se fue a recorrer la ciudad. Toda la madrugada había estado
atrapado por una idea platónica. Cansado de estirarse los dedos para calmar las
ansias, fue considerando el itinerario para hacerse viaje en el tiempo, para
hacerse cuerpo que se mueve sobre otras sombras de otros huecos.
Salió
poco antes de que el sol se exhibiera plenamente en el horizonte.
El primer testigo de su idea-cuerpo
fue un perro, que al verlo pasar con el paso inseguro de los borrachos, se le
tiró a las piernas, sin ladrido de por medio. Pero por una de esas reacciones
que pueden darse en los sonámbulos, el cuerpo de la idea saltó y se trepó sobre
el cofre de un carro que había estacionado. Y allí permaneció a salvo de esos
colmillos, hasta que el perro se largó, sin haber soltado un sólo ladrido.
Quizás es un perro mudo y hambriento –pensó
el cuerpo-idea-, y que lo único que
deseaba era asegurarse de que yo soy cuerpo mordible, y no éste que ahora
piensa, parado sobre el cofre de este carro viejo, en un perro mudo que ha
vuelto a su sombra de existencias yertas.
Avanzó por diferentes calles hasta
alcanzar la avenida que le gustaba tanto, y que a esas horas mostraba la
circulación de las luciérnagas, u otros vehículos que se le hacían menos
horribles que los tachos de basura que había cada tantos pasos por el rumbo.
Mar
de enigmas que se guarda en cajas de color moviente.
A su paso fue topándose con otros
cuerpos que hablaban para ellos mismos o para otros menos tristes que él. Eran casi
como otras realidades que regresarían para otro tiempo.
Otro tiempo. ¿Quién sabe de esto? Paseaba
con pasos de olvido ensimismado -se pensó a sí mismo como
para hacerse otro del que iba tropezando con el afuera y el adentro. El adentro. ¿Quién sabe de esto?
La mañana estaba ya sobre todas las
cosas, a merced de esa otra realidad con el lagunar callado de las sombras,
estaba con el corazón del gran cuerpo que se desplaza –como a esa misma hora de
todos los días- hacia todas las regiones del hacer vital, en tanto que este
otro cuerpo, transido por el cansancio de no ser el cuerpo leve de las
luciérnagas, se fue malgastando en su regreso hasta caer lleno de cansancio.
Ni a quien decir que estoy aquí, de
nuevo aquí, de reqreso aquí. Ni a quien tirar el mordisco o la palabra que me
absuelva de tanta inquietud, de tanto malestar, de tanto cuerpo-idea, de tanto
vigilar el teatro de este pensamiento.
Me encanta ese tema de Baker. "Mar de enigmas que se guarda en cajas de color moviente." Precioso. Me gusta mucho como has jugado con el ritmo del texto. Un abrazo!
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