La misma
palabra estaba para ocasión y uso de lo de siempre.
Como
aire o viento en diversas zonas, ayuntadas por el hacerse voz y cuerda.
La certeza
de mirar, la emoción de tocar y el ruido áspero borrándose.
Dijo
la palabra una y tantas veces lo que desde siempre fue distinto.
Distinción
aparte era el tono, la altura, el ritmo en que se decía.
Hasta
el érase una vez sonaba único: irrepetible.