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lunes, 31 de diciembre de 2012

Baño público






El muchacho vio a la mujer que llevaba colgada la cámara fotográfica en medio de sus pechos. Con esa imagen entró a los baños públicos.

Estaba bajando el cierre de su pantalón cuando oyó una voz que decía: “Quiero retratarte”.

El muchacho volteó hacia ese lugar. Allí vio a la mujer que estaba con las dos manos sosteniendo la cámara. Sorprendido, no supo qué hacer primero; si guardarse eso o decirle algo a la mujer.

Habló: “¿Por qué quieres retratarme?”

         La mujer vio hacia la puerta de salida, cerciorándose que no entraba nadie más y, mientras rascaba con una uña su garganta, dijo: “Quiero atrapar el instante en que salte el chorro de tu orina”.

          El muchacho había dejado eso afuera, con la cabeza colgando como si se tratara de un pajarito muerto.

          Sin soportar la mirada y los destellos que hacía la cámara encima de su cuerpo, el muchacho guardó el pene y subió el cierre de su pantalón. Pero había sido tan rápido el movimiento, que, sin desearlo, atrapó parte del balano con la cremallera.

Gritó: “¡Tú estás loca!”

La mujer no alteró ni un músculo de la cara. Por el contario, se mantuvo quieta, con los ojos abiertos como un maniquí, y después de ver salir al muchacho, alzó la falda hasta la cintura. Se puso a orinar, como cualquier otro, sobre el puerco mingitorio.




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