...todo pasaba
y nada parecía ser cierto.
Lezguievo
A veces
hablaba de corazones arrugados
Y desesperaba
porque no había alguien que diera cuerda
Al reloj
que orientaba en sus horas de insomnio.
Especialmente
le torcía no estar a la altura
De las
formas relevantes que lo tiraban más allá de cualquier idea
Plena y
pesada como el numeral de tantos porcentajes acumulados.
Había una
hora, no obstante, en que acariciaba el labio
Suave y
lentamente con el paso de la lengua
Mojada
en menta.
Aturdido
en monólogos de anunciada estulticia
Regresaba
al cuarto oscuro de los revelados
Con secretas
imágenes que nunca más irían
A colocarse
en el ridículo de las competencias
Y de
los precios a rebaja,
Que no
hacían más que aumentar la furia
Y el
tabaleo enfermizo que lo postraban
Agrio
y amargo,
Más seco
Y más
nada que polvo.
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