Te ves
en el agua, pero prefieres buscarte en los espejos. A veces también lo intentas
en el vidrio de las vitrinas. Sabes que al verte allí reflejada, sobre la
superficie en la que logras obtener el análisis preciso a la velocidad de los
fotógrafos, habrá otros atrás -o a los lados- atendiendo el acto tuyo que ellos
suelen también testimoniar, aunque con otros motivos o para alcanzar otros
fines. Pero tú, a diferencia de la mayoría, al buscarte en la imagen constatas
la existencia de la realidad más íntima y porosa que hay por encima de los
ojos.
Tus ojos,
del tamaño de la admiración.
Lo que seguiría a continuación podría
ser el tejido invisible de las miradas y de los pensamientos. Cada mirada un
instante, cada pensamiento un destello fugaz. El cuadro íntegro sería entonces
el resultado de múltiples instantes que hicieron y deshicieron la configuración
presente de las emociones. Quizás lo más exacto sería hablar de un film, en vez
de “el cuadro”. En el film las repeticiones conformarían los distintos
instantes dentro de un movimiento hecho con interiores atrapados por el
presente que asegura / garantiza sobre todo eso que ha ido pasando alrededor y
adentro de tu cuerpo. De no ocurrir esto así, el cuadro sería el presente de la
realidad externa, presente irrepetible por cuanto que carecería de movimiento;
pero en cambio, las emociones fluirían en cascadas fulgurantes, sin más tiempo
que el instante de la desconfiguración, y de esto no habría nadie para asegurarlo
o para dar garantía de que así ocurrió efectivamente, tras haberte visto en la
imagen de tu cuerpo.
Te ves. Eres visible. Aunque no
siempre eres vista por todos los que supones se hallan alrededor tuyo. Cuando
te percatas de esta otra realidad, la fractura que se te hace en el invisible
cuerpo te llena de dolor. Encegueces. Son momentos en que vas ciega a todas
partes, pero lo disimulas bien. Nadie nota tus dolencias ni la espesa tristeza
que corre por tus venas. Por el contrario, todos ven y admiran el cuerpo en que
te has vuelto una estrella.
¿Pero
debo acaso nombrarte aquí, en este instante? Sería tanto como borrar la
distancia, o sería como devolverte al lugar de las marquesinas y de los
créditos. Mejor es que permanezcas allá lejos como estrella, lo suficientemente lejos, aunque visible en la belleza de tu cuerpo.
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