Una palabra
buscaba. Un lugar donde colocar todas sus pesadillas. Con esa palabra elevaría
los muros hasta más no poder. Con esa palabra haría las llaves y las
cerraduras. Ni una pesadilla podría escapar del lugar de la palabra. No obstante,
la duda vino, después de muchos años de búsqueda incansable, a aumentar las
ansias que inundaban al hombre en horas crepusculares.
¿Y si las pesadillas continúan después
de haber cerrado la última puerta de la última cerradura en que deposité todos mis
esfuerzos en la palabra buscada? Pensó el hombre.
La fuerza de las palabras, la magia de las palabras que pueden incluso sujetar las pesadillas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, Blanca, con todas las palabras que sujetan sueños y pesadillas.
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