Hacía
tiempo que no despertaba entero en los flujos iniciales del día. Extraño. De
hecho, me parecía imposible estar respirando la realidad de las paredes junto a
todo lo de afuera que entraba por puertas y ventanas, como lo hacía en otros
años y bajo otras circunstancias.
Suave
y completa en cada aliento emergía la realidad. Diferente a otros días.
Distinta de otras mañanas.
Inevitable
fue encontrarme, sin embargo, con la sensación de saberme cortado por la orilla
de las sombras. Podía esperar entonces –sin falseamientos de ninguna especie-
los abismos que se abrirían con cada parpadeo, tan necesario éste como aquéllos
para transitar a distinta velocidad entre los agujeros de la vida.
Pero
antes de sacar el cuerpo de las sábanas, todavía bajo los efectos del sueño que
me hacía ver las cosas quietas y distantes, medité en las horas que se me
fueron sin hacer nada verdadero.
¿Cómo hacer algo verdadero –pensé-
sin el miedo a morir en el instante?
¿Cómo experimentar realmente la necesidad de no ser alguien falso, o de ser nada más que
apariencia chapucera?
Al
poco tiempo de haberme preparado para salir a trabajar, el miedo reapareció y
empezó a descomponer el trazo de las formas.
Por
ese rumbo de descomposiciones, en campo lleno de ruidos blancos, había que ir,
es cierto, con el fantasma atorado en las pupilas. Además, había que caminar
experimentando miriadas de asquiles en todo el cuerpo, y esto sin contar la
desesperante comezón que nacía en la espalda adonde los dedos no podían llegar
para desabaratar los torbellinos. Helados torbellinos. En suma, había que
afrontar en la calle el ajetreo que podaba las imágenes del afuera y del
adentro, había que hacer hasta lo imposible para no tallar la espalda contra
las paredes y quitar, así como cualquier otra bestia, tanta comezón y tanta
ansiedad de polvo en las pestañas.
Pero
como todo lo que es minúsculo y casi invisible, en un instante los asquiles abandonaron
el trayecto y se fueron a otra realidad.
El fantasma se echó a llorar y a mi se me perdieron los datos precisos en
que había venido orientándome. En pocas palabras, estaba hecho un corcho, otra
vez, sobre el oleaje de un extraño día.
Muy interesante, me gusta esa mezcla entre relato-poesía-ensayo. Siempre renovandote y sorprendiendo.
ResponderEliminarBesos
Por cierto, gracias por visitar la fotografía de Lise Sarfati y responderme. Tenía curiosidad por saber tu opinión ya que es un un universo más cercano. Para mí, esas imágenes son verdaderamente intersante por el universo alejado que representan, entre otras cosas.
ResponderEliminarGracias mil por ello y por tus entradas siempre estupendas.