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jueves, 23 de mayo de 2013

Sacudimientos







Hacía tiempo que no despertaba entero en los flujos iniciales del día. Extraño. De hecho, me parecía imposible estar respirando la realidad de las paredes junto a todo lo de afuera que entraba por puertas y ventanas, como lo hacía en otros años y bajo otras circunstancias.

Suave y completa en cada aliento emergía la realidad. Diferente a otros días. Distinta de otras mañanas.

Inevitable fue encontrarme, sin embargo, con la sensación de saberme cortado por la orilla de las sombras. Podía esperar entonces –sin falseamientos de ninguna especie- los abismos que se abrirían con cada parpadeo, tan necesario éste como aquéllos para transitar a distinta velocidad entre los agujeros de la vida.

Pero antes de sacar el cuerpo de las sábanas, todavía bajo los efectos del sueño que me hacía ver las cosas quietas y distantes, medité en las horas que se me fueron sin hacer nada verdadero.

¿Cómo hacer algo verdadero –pensé- sin el miedo a morir en el instante? ¿Cómo experimentar realmente la necesidad de no ser alguien falso, o de ser nada más que apariencia chapucera?

Al poco tiempo de haberme preparado para salir a trabajar, el miedo reapareció y empezó a descomponer el trazo de las formas.

Por ese rumbo de descomposiciones, en campo lleno de ruidos blancos, había que ir, es cierto, con el fantasma atorado en las pupilas. Además, había que caminar experimentando miriadas de asquiles en todo el cuerpo, y esto sin contar la desesperante comezón que nacía en la espalda adonde los dedos no podían llegar para desabaratar los torbellinos. Helados torbellinos. En suma, había que afrontar en la calle el ajetreo que podaba las imágenes del afuera y del adentro, había que hacer hasta lo imposible para no tallar la espalda contra las paredes y quitar, así como cualquier otra bestia, tanta comezón y tanta ansiedad de polvo en las pestañas.

Pero como todo lo que es minúsculo y casi invisible, en un instante los asquiles abandonaron el trayecto y se fueron a otra realidad.  El fantasma se echó a llorar y a mi se me perdieron los datos precisos en que había venido orientándome. En pocas palabras, estaba hecho un corcho, otra vez, sobre el oleaje de un extraño día.





2 comentarios:

  1. Muy interesante, me gusta esa mezcla entre relato-poesía-ensayo. Siempre renovandote y sorprendiendo.
    Besos

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  2. Por cierto, gracias por visitar la fotografía de Lise Sarfati y responderme. Tenía curiosidad por saber tu opinión ya que es un un universo más cercano. Para mí, esas imágenes son verdaderamente intersante por el universo alejado que representan, entre otras cosas.
    Gracias mil por ello y por tus entradas siempre estupendas.

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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