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sábado, 18 de mayo de 2013

Años después







Era enorme la ola. 

Enorme. 

Era la bocanada primera de un tsunami.

Más acá, muy acá, la hormiga laboraba sin sentir nada. 

Nada sabía de que allá venía la enorme ola.

Después apareció el pánico. 

Todo se volvió pandemonium. 

Gritos. Muchos gritos. 

Y entre tanto pánico, cantidad de olores ahogaban la mente.

Una hora: 

INCONTABLES MUERTOS Y DESAPARECIDOS.

Otro día: 

pequeñas historias de sobrevivientes.

Años después vendría el recuerdo de aquella hormiga que 

laboraba sin sentir nada.

Pero los gritos, y también el mar cargado de olores, jamás 

abandonarían el cuerpo que ahora yacía tirado sobre el viejo 

catre de lona verde.

Los gritos, para evitarlos -o casi acallarlos-, el hombre 

llevaba puestos unos audífonos en los que escuchaba, 

desde hacía meses, conciertos para piano y orquesta de 

distintos compositores.

En este instante, precisamente, mientras yace tirado en el catre, el hombre está escuchando el Concierto No. 2 de Rachmaninov.



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