Un lado de abanico en una mano
Temblando vaporosa en su tarde.
Un ojo enrojecido sobre un pañuelo
Amarillo estilando sombra
Junto a un charco de sangre y de vino.
Murió de tarde el muchacho
Murió lejos de estar contento
Cayó como una camisa en la calle
Fresca de sudor y de miedo.
No hubo nadie en la noche
No hubo nadie que preguntara:
De dónde llegó el muchacho
A dónde se dirigía a esas horas
Para terminar así, sobre un charco
De sangre y de vino.
No hubo nadie en la noche
Nadie que preguntara nada.
La soledad y la noche siempre embriagadas por la muerte. Bello.
ResponderEliminarAbrazos y aullidos nocturnos.
La ausencia de todos en la noche hizo perfecta la presencia del mundo en un abanico de sueños.
ResponderEliminarAbrazos en el abanico