Imposible decirlo de otra manera: "El mundo había vencido al peor enemigo". Tras de haber ocurrido esto, la fiesta surgió: el cielo se llenó de fuegos artificiales y la tierra de los libres se colmó de júbilo patrio. Habían matado al demonio. Esto era suficiente para que el infierno desapareciera de las pesadillas diarias que los ahora celebrantes habían estado padeciendo desde hacía dos lustros. Sin embargo, todo apuntaba a que vendría lo inesperado, tal vez, hasta lo peor, luego de la muerte del monstruo enemigo de la libertad. En el mundo de los libres no había suficientes ángeles para cuidar el bienestar de tantas vidas humanas. Entonces devino el temor de que surgieran otros demonios, mucho más astutos y crueles que el demonio que acababa de caer bajo las estruendosas máquinas de la guerra. Mientras la fiesta se hacía con banderas ondeando en todo lo alto de las astas imperiales, en otra partes del mundo había otro infierno que estaba siendo alimentado con las grasas de los jóvenes cuerpos que no dejaban de caer abatidos ante la indiferencia de los súbditos del imperio.
¡Oh, Dios, cuánta alegría y cuánta muerte nos dan tus soldados aquí en la tierra!
Todo ocurre en un instante, aunque no lo comprendamos todo, incluyendo el instante mismo. Bocanegra
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lunes, 2 de mayo de 2011
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