Me invadieron los temores
y entonces caí en un silencio de pinzas
tronándome el cerebro.
Mirar el cielo no podía.
Oler el jazmín era imposible
Darle los buenos días a la tía Josefa
habría sido una locura.
Ahora sólo espero a que los temores salgan
o se borren de mis ojos.
Mientras tanto:
¿qué hacer?
NADA
Con tantos temores dentro de mí,
me resulta difícil abrir las ventanas.
Y tampoco llega el sueño para vivir
en otra realidad.
Los temores son leones hambrientos;
ni respirar puedo, mucho menos
podría ponerme en pie y correr
correr
correr
hasta llegar al mar
o hasta la luna.
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