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miércoles, 23 de agosto de 2023

LA ESPERA




Se asomó, vio y regresó al sillón donde esperaba desde hacía dos horas. Cada cinco minutos, el nerviosismo lo hacía levantarse y volver a asomarse por entre las fajas de la persiana.  


Toda la tarde esperó, y el nerviosismo no desapareció. Llegó la noche, y el cansancio de esperar se tornó en turbación. Fue así que se mantuvo despierto en la cama, sufriendo una cantidad de preguntas y de conjeturas que lo perturbaban hasta hacer imposible que entrara el sueño.


Llegó la mañana y él continuaba despierto


Estaba tan cansado que no había tenido fuerzas para levantarse. El día entero permaneció acostado en la cama.


De pronto, en la madrugada, pulsaron el timbre de la puerta. Y entonces, en su mente, se abrieron otras puertas; puertas que, por terror a volver a entrar por ellas, las había mantenido clausuradas por muchos años.


Todo su cuerpo fue presa de un nerviosismo electrizante, que hacía muy doloroso mover los músculos. Era como si de pronto una artritis severa se hubiera instalado en las articulaciones de sus brazos y de las piernas, en sus dedos... hasta en los párpados el dolor de abrirlos era una conmoción.


Otras tantas veces se volvió a escuchar el timbre, con una insistencia que a cualquier otro lo habría desquiciado. 


Pero ante el dolor en las articulaciones, ante el dolor de abrir los ojos, ninguna chicharra lo iba a hacer levantar. 


Y entonces el silencio se apoderó del tiempo; la oscuridad de la habitación, por instantes, fue borrada por unos rayos de intensa luz azul, arborescente y vibrante.


El hombre ni se imaginaba lo que estaba aconteciendo alrededor suyo.

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