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viernes, 10 de octubre de 2014

Abismos




A veces tengo la tentación, o mejor, la necesidad de hablar de mí. Siempre que esto me sucede, es inevitable que piense en abismos colmados de incoherencias y estallamientos. Son días que llamaría “cioranos”, en los que no hay objetos tocados por mi sombra que no sufran el tiro de gracia.

          Esta vez la tentación se me impuso en plena madrugada, después de casi veintiuna horas de haber estado padeciendo la migraña del mes. Aturdido y debilitado me separé de la cama y busqué el frasco de los sueños. Luego de varias frescas, frías y heladas olas que acabaron ahogando el zombi que había adentro de mí, ya tendido otra vez a orillas del primer abismo, comenzó a escucharse el riachuelo de voces, el cual no dejó de atravesarme todo el cuerpo hasta llenarlo de una sensación de estanque y hojas de otoño flotantes.

          Los para qués punzaron particularmente en el cuello y en la esquina débil de mis codos. Cada voz traía su para qué y su martillito con el que quería clavar y sujetar a la cuerda los objetos inscritos de cada para qué. La garganta no pudo resistir y se abrió por la fuerza de tantos para qués. Los codos, como cascarón de huevo, estallaron.

          Me encontré en el siguiente abismo. Esta vez no hubo riachuelo de voces. Lo que aconteció fue un filme animado musicalmente con obras de música concreta. El corazón era el tumtúm de cien timbales percutiendo. Todo mi pecho era el mural de las tormentas interpretadas por las orquestas que habían estado acompañando el filme. Vi entonces cómo mi cabeza rodó y se perdió en la oscuridad de otro abismo.


          Pasaron las horas. El cláxon de varios coches me devolvieron a la luz de la avanzada mañana. Temeroso de no poder salir de la cama, o sea, temeroso de que volviera a ocuparme la migraña del mes, puse los pies con mucha lentitud adentro de las pantunflas, y también, con exagerada lentitud me puse en pie y fui a prepar la cafetera. Al dar el primer sorbo, con la cara puesta a un lado de la ventana, desde donde miraba la realidad del día, se me vinieron pensamientos de Cioran, y experimenté la necesidad de escribir sobre los abismos de esa madrugada.



2 comentarios:

  1. Amigo, cada día te superas. Qué maravilla!!
    A mí también me gusta Cioran!
    un super abrazo

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  2. Fino, agudo, pero sobretodo genuino.No se trata de palabras, se trata de la vida ¿verdad? Hay quienes usan la vida para las palabras. No al revés. Y sólo esas palabras respiran por sí mismas y alivian a quienes las escriben y a quienes las leen. Sonrisas.

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