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sábado, 26 de abril de 2014

Esperar





La mosca en el techo, iluminada por la luz de una lámpara. Abajo de ésta, sobre la mesa-escritorio, una Holy Bible, quieta para ser recogida por el habitante de este cuarto de hotel...

Penumbra. Calor. Aire de horas apretado entre la alfombra rojinegra y los muros avainillados.

Afuera el rumor de los motores hace pensar en el mar, sobre todo –es probable- en quienes llevan atorados varios minutos en uno de los nudos viales –cada día menos útiles para los flujos de los coches altatecnologizados que desde la ventana se alcanzan a ver como una serpiente variopinta bajo este cielo pardo.

Pero del lado de acá, se puede escuchar como en un suave recuerdo las frescas cuerdas de una obra de Arvo Pärt.

La tentación de escribir es fuerte.

Sale la máquina de su estuche de tela. Se abre como una mariposa negra en el silencio de la luz anaranjada. Brilla la pantalla. Aparece una página blanca sobre un fondo azul claro.
La música de Arvo Pärt es más poderosa que las ideas que puedan ser puestas en la página electrónica.

Esperar. Conviene esperar a que suene o se pinte con intensidad la imagen, la idea inicial del texto posible.

Esperar, es todo lo que se necesita para entrar en el otro mundo de las palabras.

La mosca en el techo, iluminada por la luz de una lámpara. Abajo de ésta, sobre la mesa-escritorio, una Holy Bible, quieta para ser recogida por el habitante de este cuarto de hotel barato.


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