Era otro tiempo. Vivía en otra parte. Hablaba otra lengua. Escribía historias con finales tristes. No había más que sentarse a escuchar música y ver cómo en el pensamiento acontecían imágenes, en las que había personajes. Luego miraba (o imaginaba) cómo todos ellos iban cobrando vida en los espacios transparentes. La música continuaba. Continuaba. Y el instante de vida en los personajes se convertía en un texto mucho más extenso.
La historia está en cada palabra; cada palabra es la historia de un instante de vida y muerte. La música llega después. Dar la última palabra a la palabra que acabó atorada en los despeñaderos del silencio.
La historia está en cada palabra; cada palabra es la historia de un instante de vida y muerte. La música llega después. Dar la última palabra a la palabra que acabó atorada en los despeñaderos del silencio.
El silencio.
El silencio acompañará los instantes en esta sala de mi pensamiento.
( ( ( Buenas tardes. Buenas noches. Hasta entonces.
( ( (
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