Puesta la línea, a voluntad de un momento irrepetible,
Sólo para remitir el forcejeo de lo que escapa,
Quiso el día oscurecer su cielo
Y llenar de estrellas los ojos
Que se cerraban de sueño sobre una mesa negra.
No había nadie, a esa hora en que saltó la tabla el gato blanco
Y se acurrucó bajo el brazal de la magnolia.
No había nadie para oír cantar las voces, de color sepia,
A la luz del farol morado en que se había detenido
Una sombra azul sobre la pared de piedra.
Un sombra en la luz, y no había ni habrá nadie. Intenso y profundo, me gusta lo que transmites. Abrazos
ResponderEliminari-La que canta con Lobos: Gracias por tus palabras: tal vez que se sigue dando la poética de los vasos comunicantes.
ResponderEliminarAbrazos
Es la tercera vez que releo este poema tuyo. Me gusta, Bocanegra.
ResponderEliminarBss.
Gracias, Blanca. Me alegra que te guste.
ResponderEliminarSaludos