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martes, 6 de agosto de 2013

antes de la madrugada




Se me ha olvidado el orden.

No me preocupa. Ya casi nada me procupa. Vendrá el minuto en que nada, absolutamente nada me preocupe.

Por lo menos, las profundas horas de la noche acontecen adentro de mis días. En ellas voy cayendo, sin darme cuenta, en todos los lugares que al poco rato desaparecen, e incluso, se me olvida que hubo lugares en que estuve profundamente adentro de mis horas.

Es por esto que grito cuando viajo pegado al volante del automóvil. Todas las tardes: 

¡Qué )))))))

fácil )))))

es ))))

volverse loco!)))

Me agrada hablar sin mover los labios. Antes o después grito, y, también, antes o después piso el pedal del acelerador hasta tocar el cielo. En ese momento hablo sin mover los labios. Hablo de lo que nunca diré a nadie. De todo lo que hablo, también se me olvida. Todo ello va cayendo en la nada. Flotan mis ojos, las cosas que imagino, las líneas blancas que limitan los carriles. 

Los ojos saben bien, muy bien, de qué hablo cuando aprieto el volante y piso el acelerador y grito:

¡Qué )    )   )

fácil )   )   ) 

es )      )     )    


morir !)   !)    !)  !)



2 comentarios:

  1. ¿Para qué queremos orden cuando nuestro cuerpo, alma y mente es puro caos? besos!

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  2. Así es, querida amiga. De hecho el orden es un estado excepcional, lo normal es el caos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

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