En el poema, la realidad es el silencio.
Sólo así se puede palpar lo más insignificante
en que la vida se encumbra.
En el silencio, un bostezo de gato lleva a pensar
en los atardeceres de otoño.
Cuando el gato se levanta y va suave
andando en el silencio de la noche,
la palabra inicial del poema se asoma
a un lado de los párpados y llena
de otro silencio la página.
Es un momento cuando el gato escurre la cola
y desaparece en el borde oscuro de la puerta.
Es puerta que permanece abierta,
durante la madrugada,
hasta que el poema se insinúa
en el murmullo de una hora,
antes de la mañana.