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martes, 6 de junio de 2023

Un abismo sin fondo

 




Un día desperté con la cabeza abierta de dolor. Las manos temblaban como ramitas en noviembre. Abrir los ojos era como intentar abrir diez mil portones de acero.  No había suficiente fuerza en los párpados. Sólo había dolor; intenso dolor que hacía difícil respirar, muy difícil, y hasta escuchar los ritmos del corazón era casi imposible. 

Las manos empezaron a hundirse en el fondo de oscuras, babosas, heladas aguas. 

La pregunta habría sido cómo fue que había despertado con la cabeza abierta de dolor.

Imposible hacer una pregunta tan clara y precisa, cuando la cabeza duele de una manera que sólo es posible pensar en la muerte. 

Pensar en la muerte, con la cabeza abierta, sería como pensar en un abismo. 

Un abismo sin fondo. Sin agonía. Sin palabras ni nada.


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