De
la razón a la sinrazón, o bien, la razón que la sinrazón… después llega el
sentido del sinsentido. Aberturas que el lenguaje genera, y el pensamiento
ensimismado que no deja de pintar, en la grisura del paisaje, formas de
naturaleza no siempre muerta pero sí muy cercanas al virtuosismo de las ideas
plenas, y hasta planas.
Abrimos
los libros y la realidad se transforma en algo que se embarra en los conos donde
la mirada se aprecia microcósmica: Un decir que se vuelve báscula, un señalar que
se resuelve en justicia momentánea.
Del poema queda el silencio raspando
en las vértebras que sostienen y dan forma a la otra palabra. Aquella palabra que
no sucede con la premura en que los teóricos bailan y enjugan los sudores, y
luego alzan el pañuelo para publicar todo lo asimilado.
Asusta tanta información dispuesta
en las corrientes del aire. Los ojos se irritan, las bocas se llenan de
corroyente hálito, y no hay garganta que indolente trague las estancadas aguas
de esa historia vieja: el lobo hablando del hombre.
Ya nada queda limpio para el
fantasma que otrora divagaba ajeno a las formas del vivir tranquilo. Adonde
vaya se atora en el cúmulo hecho por el despilfarro, y el ruido. Ni el peso más leve de la
hormiga asegura que ha estado en la faena más gloriosa del hacer callado.
Excesivo se ha vuelto todo hasta
ahogar el sueño, suave sueño que se avisaba en el deseo de lograr un poco.
Nada
mejor que acurrucarse en los rumores de la noche, aún en pleno día.
Estupendo texto y maravilloso broche con esa frase final.
ResponderEliminarBesos