La
calle era todo eso que el poema chorreaba en el silencio de las grietas.
Era
también el campo propicio para desbaratar la falsa alegría
que
caía de cara al cielo, entre voces y gritos.
El
cuerpo de la calle se llenaba entonces
sin
quererlo tantos
de
pesadillas y de otras verdades arrugadas en cabezas
envueltas
con la sangre de los intranquilos.
Hurgaban
los perros en todas esas montañas de comida
afuera de los bares
y de otras zonas abiertas al peligro.
Hurgaban
los gatos en las sucias cocinas
o en otras casas atiborradas de moscas
en los
cuerpos descompuestos por la muerte acelerada con disparos.
Después
ya no había poema sino crónica
novela
negra con seudónimo y advertencia:
“Cualquier
semejanza con la realidad no es mera coincidencia”
Y en
el fondo estaba la imagen de una calle / otra calle que era todo eso
que el
poema chorreaba en el silencio de las grietas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por asomarte a este blog de instantes