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viernes, 13 de junio de 2014

En el silencio de las grietas






La calle era todo eso que el poema chorreaba en el silencio de las grietas.
Era también el campo propicio para desbaratar la falsa alegría
que caía de cara al cielo, entre voces y gritos.
El cuerpo de la calle se llenaba entonces
sin quererlo tantos
de pesadillas y de otras verdades arrugadas en cabezas
envueltas con la sangre de los intranquilos.
Hurgaban los perros en todas esas montañas de comida
                             afuera de los bares y de otras zonas abiertas al peligro.
Hurgaban los gatos en las sucias cocinas
o en otras casas atiborradas de moscas
en los cuerpos descompuestos por la muerte acelerada con disparos.
Después ya no había poema sino crónica
                                                novela negra con seudónimo y advertencia:
“Cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia”
Y en el fondo estaba la imagen de una calle / otra calle que era todo eso

que el poema chorreaba en el silencio de las grietas.



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