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viernes, 20 de septiembre de 2013

Grietas






Parecía la historia de nunca acabar.

Una explicación pedía otra explicación. 

El colmo estaba o venía a ser toda esa ráfaga de ideas que mataba el alma. 

Ráfaga de causas y efectos. Arbitrariedad de los razonamientos hasta el sofocamiento.

A ese paso enloquecedor de razones, el polvo sabía más que esas bocas llenas de teorías y de pensamientos indelebles. 

Inmortales, los creían sus expositores. 

Otros personajes se habrían mordido los labios para no echar el escupitajo.  

Lo agradable era saber que estaba el silencio, y el viento que haría estallar los globos de colores.

Lo agradable era colocarse en otra parte, allá donde los principios se asimilan al comportamiento de las nubes.

Lejos de la efectividad y el efectismo que han asesinado la sorpresa o el inesperado azar.


Insistir sería tanto como querer embotellar el viento.

By Eduardo Iglesias

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