En el
fondo se escucha Clan of Xymox, y más adentro el pulso de bestias trepidando en
los oídos de quien sueña. Al otro lado de la puerta gritan las voces del
mercado. Es de noche. Pero en el cuento que se va haciendo fuerte, es de día y
las calles se llenan y se vacían de figuras. Multitud de colores. Efervescente mar
de fragancias y de rostros y de ropas que se evaporan. A veces el cielo está
claro. Lo cierto es que nada está quieto. Todo es ruido y movimiento.
Y como todo lo que llega de repente,
surge un restaurante en una esquina de una ciudad. Innombrable, por cierto. Allí
adentro del restaurante las voces no gritan. Adentro todo es mumureo y algunas risas
sosegadas, gestos que dividen el tiempo. Las emociones cobran forma en quienes
comen y beben. Las sensaciones ocupan todos esos instantes. Una palabra y luego
otra palabra. Un acercamiento, y en la levedad de la luz punteada con rebrillos
provenientes de los carros que atraviesan la intersección, todas las
posibilidades de la creación y el olvido se derraman en el afuera.
Felisberto estaría satisfecho de
encontrarse detenido, tal vez, precisamente en ese lugar en el que hay tantas
dimensiones conformadas en distintas mesas. Pero la velocidad en que todo se
hace y se deshace a orillas de los manteles y sobre las tabletas que algunos
comensales atienden, el ruido en que flotan los gestos de las camareras y
camareros que deambulan sorteando bandejas casi irreales; tan veloces cuerpos,
tan atentos y alegres, que harían pensar, antes bien, en otra prosa y en otro
pensamiento distinto al del maestro para tratar de traducir toda esa efervescencia
en que el instante revienta multicolor y multigénero.
Clan of Xymox continúa oyéndose en el
fondo, y también el pulso de bestias trepidando en los oídos de quien sueña e
ignora que alguien acaba de llegar -sin imaginar este otro personaje lo que fue
entrevisto antes de que abriera la puerta.
Allí el
silencio es un cuerpo de mujer desnudo en tibia luz de lámpara esquinada, es un
beso leve en la espalda, es el cansancio que se resiste a caer con el par de
calcetines húmedos, echados afuera de
las botas. Es… otra realidad distinta de la mujer que
está durmiendo.
En cada capa, un pliegue.
ResponderEliminarHermoso el baño que evapora hasta las luces de las sombras.
Saludos, caro.
E.
Gracias, amigo. Has entrevisto lo que hay entre los pliegues de la vigilia y el sueño.
ResponderEliminarUn abrazo