Toda la alegría estaba entre sus piernas. Allí encontraba el pozo de la hondura sagrada. Allí el caracol era un lento andar de rodillas; lloviendo flores y aromas a todas horas. Allí la tarde era un cielo callado de aliento y espumas, de hubo calle y boca en el beso de la espera. Allí el ojo pondría su corazón de pálpito arrebolado, su docena de impulsos para socorrer la mano en su torpeza. Allí, otra vez allí, estaba toda la alegría entre sus piernas.
Por toda esa alegría andábamos somnolientos, distraídos del peligro diario de morir a orillas de las calles y de las enormes bocas de la bestia, creyendo que la noche jamás terminaría;
y todo por el gozo mismo de llover entre las horas de la hondura.
"Allí el caracol era un lento andar de rodillas; lloviendo flores y aromas a todas horas. Allí la tarde era un cielo callado de aliento y espumas"
ResponderEliminarPoesía pura, Bocanegra. Hermoso de verdad.
Un abrazo,
Blanca
Un hermoso poema donde realizas una narraciòn extraordinaria de sentimientos.
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Gracias, Blanca, por tus gentiles palabras.
ResponderEliminarGracias, Fus, por asomarte de nueva cuenta a los instantes que suceden en la sábana que recibe el sueño de las palabras.
Abrazos a ambos