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sábado, 1 de abril de 2017

Materia reventada






No era más cierto ni más seguro, ni más claro, hablar de yo que de tú. Tanto yo como tú, sólo 
habíamos sido parte del cúmulo de sombras arrinconadas y que había que sacar a la luz; que había que 
hacerlas vivir al ritmo de horas en nocturnal memoria, haciéndolas meter en el cuerpo esas cuestiones que durante el día eran casi imposible tratarlas con el tono ni con la sutileza de los pianísimos. ¿Cómo hablarnos preguntando y dudando sin padecer las estruendosas irrupciones de la poderosa realidad moderna?

Entre nosotros sólo había materia reventada por tantas formas y colores multimedia. La sombra de 
nosotros se hacía apenas con la realidad de algo que se anunciaba mediante matices y bajo otras formas. Casi en los páramos de lo salvaje estaba el recurso que nos ayudaría a reconocernos. Y por algo que ni ellos (ni yo ni tú) imaginaban en el momento en que estaba ocurriendo esta explosión de formas y colores. Ya se ve con esto cómo los ángulos desaparecerían del cuerpo ensombrecido. En su lugar, más que ver, se insinuaría la sensación de escuchar la inasible suavidad de ese pianísimo. Magnífico momento en que el tacto y el oído se volverían, una vez más, como gotas de un mismo cuerpo iluminado en ausencia de todos ellos, tan desconocidos como nosotros mismos. Pero sin dios, y sin diablo.



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