Verdinegro
bulto el de la gabardina sostenida con humores, inflada con el movimiento de
las manos encerradas en los bolsillos. Todo el día y toda la noche oyendo el
paso de la lluvia. Todo el día y toda la noche cargando el cuerpo en las
calles.
Cual émbolo, saltaba la cabeza y caía por
entre el cromatismo de paraguas, y, también, toreaba con los faldones de la
gabardina los cuernos de las bicicletas, yendo con las pestañas espurreantes en
el parpadeo al ver, detenido en las esquinas, las placas de los automóviles que
arrancaban tras las órdenes del semáforo.
Limpió la frente con la manga verdinegra y
vio hacia los edificios buscando el número (((otrora mágico))) sobre los
dinteles, o entre los tachones de las puertas, el número sin magia ni misterio,
un número ordinario que lo orientara para encontrar el metro de las sílabas que
tendría la siguiente palabra del siguiente verso que improvisaría en otro día,
en otro tiempo, en otra noche.
Versos
y reversos.
Disparidades.
Desequilibrios
rítmicos.
Jazz
poético.
Mental.
Corazón
y ojos marchando juntos.
Latidos
asintóticos. Parábolas visuales.
Voy
hacia la ternura hacia los parques...
La
noche no cabe el día tampoco...
Algo
así. Como que recordaba ese andar con las manos en los bolsillos, rozando con
las yemas las morusas del mendrugo, en otras calles de otra ciudad. O los instantes.
Recitaba aquello que Fayad Jamís escribió:
El reloj aturdido el vaso de
agua...
Su
rostro como una mañana de llovizna y de sol.
Orden
único de las cosas...
Algo
así.Los instantes, tiempo minúsculo
de mayúsculos órdenes entrevistos.Cada
instante, un orden absoluto que muere a la llegada de otro instante.
Tantos
órdenes cuantos instantes vividos en la absoluta inconsciencia.
Tantos
desórdenes, tanta consciencia lancinante en la minúscula porosidad desbordada
que se pudre ante esta vida incontenible.
Inconsciencia,
subterránea historia intratada que se experimenta en un instante, que se pudre
al contacto con las líneas firmes de la lógica.
Conciencia,
contenido, recipiente limitado, seguro, satisfecho de ocupar un espacio firme.
Inconsciencia,
mezcla infusa de órdenes que se viven a la vera de la muerte.