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domingo, 10 de enero de 2016

El viejo y su perro acompañante





El viejo, doblado del cuerpo por una cantidad de años indefinible, todos los días barre la calle, la misma calle todos los días. Lo vecinos le dan algo de comida y un poco de dinero para sus medicinas. Temprano en la mañana sale de su casa, que está en la misma calle que barre todos los días, con un perrito sucio que lo acompaña y que es con quien habla mientras barre, con lenta dificultad, las basuras que echan los peatones o los conductores de los carros que pasan  habitualmente.

Ya amoratada la tarde, fin de una jornada más, el viejo arrastra el anaranjado bote sobre el pavimento con la basura del día adentro. El bote queda abandonado afuera de su casa, y él desaparece, junto con su perro, también cansado de escuchar las mismas historias negras que le cuenta el viejo todos los días, con las primeras sombras de la noche.

Las pasadas noche buena y noche vieja, desde luego, no fueron distintas para el viejo ni para su perro acompañante.





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