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lunes, 30 de marzo de 2015

Sin yo







La rabia lo hizo tartamudo.
Desde entonces, justicia sería una palabra
difícil de ser pronunciada en su boca.

La rabia lo llevó a saltar sobre techos
de carros,
mientras los conductores esperaban el verde
del semáforo y no sabían cuándo
había iniciado la tormenta.

Se retiró de las mesas
en que se había acostumbrado
por tantos años a rebatir noticias
y posturas de ideología extrema.

Se llevó la espesa, la amarga
e insufrible bilis a otros sumideros.
Allá levantó el brazo y tiró de puñetazos
al espejo en que se reflejaba la oscuridad
de su futuro.

Lo expulsaron del trabajo.
Lo secuestraron cuando vagabundo
y se lo llevaron a un sótano
para experimentar con las bodegas
de su pensamiento.

Allí lo vaciaron de toda memoria,
de todo recuerdo.
De allí salió sin habla y sin rencor.

De su yo no quedó ni la sílaba
en un escupitajo
de quienes habían experimentado

en los bajos fondos de su mente.



domingo, 22 de marzo de 2015

Aturdido de sueños






Se me ha desbaratado el creer. Ha ido a colmar los huecos entre el lodo y el hocico de los marranos. De allá es que llega el tufo que obliga a cerrar las puertas, las ventanas y a desdoblar recordatorios que habían quedado metidos entre las hojas de varios libros. Increíble me ha parecido tener entre los dedos una servilleta con el par de labios estampados: un beso en color magenta, ya seco por tantos años de olvido, y debajo una frase que decía la hora y el lugar para vernos ese día; está también la tira de papel amate con sus colores figurando nubes y montañas, y no acabo de recordar cómo fue que llegó a permanecer tanto tiempo entre las páginas de Cien años de soledad; están otras formas y otros mensajes que dejo estar sobre la superficie astillada del escritorio, junto a páginas con anotaciones.

Aturdido de sueños, coloco los audífonos y abro una página musical en youtube. Quiero quitarme de la cabeza la imagen de ese circo al que habían llegado los payasos con ametralladoras y habían abierto fuego contra todas las familias asistentes. No me explico cómo es que la escena de esa película alemana (Cuando los payasos lloran) volvió a representarse en el sueño. Ni la voz de Lydia Lunch y sus acompañantes lograron borrar las bocas y los gritos estridentes que exigían atención médica. Esto no pudo haber ocurrido en la película; únicamente en el sueño. Cierro los ojos y trato de apreciar todo eso que expresa Lydia Lunch entre discordancias y ritmos obsesivos. 

El cráneo –como la bóveda de un estadio hipermoderno- se abrió y comenzaron a sonar los helicópteros de otro sueño, el cual jamás habría sido recordado, de no ser por la poderosa fuerza de los ritmos y de las disonancias con que Lydia Lunch y sus músicos raspaban las paredes cerebrales.


Lo que siguió fue un rompecabezas que acabó haciendo polvo mi paciencia. Clara señal de que el día había muerto en un instante.



domingo, 15 de marzo de 2015

Sin miedo y sin prisa







La pregunta apareció, y desapareció a las pocas horas. Volvió a aparecer, y se mantuvo 
sonando en mi cabeza todo un día, y dejó de escucharse en la mañana siguiente.

Pasaron algunas semanas, hasta varios meses, y la pregunta volvió a entrar en mi cabeza. Desde entonces, es una pregunta que ocupa todo el espacio de mi cuerpo. Cualquier cosa que haga, sea en público o en privado, la pregunta suena y sacude todo eso en lo que había estado pensando.

            Podrá parecer esto la historia de la pregunta intransigente, y lo sería si yo no hubiera renunciado a contar sobre todas las cosas raras que le suceden a mi mano izquierda. Lo cierto es que, antes bien, en la respuesta estaría latiendo la historia, y sería una historia en la que ni siquiera estaría la sombra de todas las cosas raras que le ocurren a mi mano izquierda.

            Es tan extraño escuchar la pregunta teniendo el pincel en la mano izquierda, es tan insignificante el aliento al momento de mirar todo eso que la mano izquierda no ha podido atrapar, pese a que es de ese lado donde mejor suena el mundo.

            Entre mis ancestros existía la creencia de que si se contaba sobre  todo eso que no lo dejaba a uno respirar, era posible que eso desapareciera y dejara libre el camino para transitarlo sin miedo y sin prisa.

Voy entonces a soltar la pregunta, a ver si de ese modo alcanzo a sentirme un poco menos agobiado y menos perseguido por los fantasmas:


¿Qué es eso que jamás dejaría de hacer, incluso si en eso mismo tuviera que perder la vida?



viernes, 6 de marzo de 2015

Hacia otra parte





Una secuela de sueño –de otro sueño- se interpuso en el diálogo.

En éste se hablaba de un viaje a Piedras Negras

De retenes y de amenazas de muerte.

En la secuela de sueño estaba otro paisaje

Otra ciudad que había sido abandonada por todos.

Quienes hablaban estaban sentados sobre el tronco

De un árbol tirado, muy cerca de las aguas de un lago en paz.

En la ciudad del sueño las voces y los gritos habían desaparecido.

En el agua los destellos obligaban a entrecerrar los ojos.

No muy lejos de allí, estaban las garzas tristes


Y varios perros que ladraban al viento.







domingo, 1 de marzo de 2015

Cambios







Una imagen: la confusión es nuestra realidad.
Golpe sin suerte.
Encarcelamiento de un día para otro.
Dice el pensamiento que no había nada en la página.


Los dedos palparían el perfil perfecto del rostro. Sin nombre.
Un hecho que se vuelve instante: motivo de una breve historia.
Paradójicamente atemporal. En absoluto mítica ni mitológica.


Anulado queda el juicio -y el análisis- de una vez para siempre.
Sin personajes la lengua toca el hueco de esa forma;
circula en torno de los olvidados ritmos.




Otra época.
Otra velocidad.
Otros fármacos.
Otros cuerpos con otras sensaciones/
Quizás.



Sin sueños que pintar
ni que guardar en los surcos
de tu frente.







Artes apocalípticas

no merecimos un mundo mejor el color de la sangre en los ríos o mejor los ríos de sangre la peste cadaverina en las calles estornudos en ser...