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sábado, 31 de enero de 2015

Disfraces









En una revista de circulación electrónica publiqué una entrevista. En ésta había puesto el nombre de un supuesto escritor de novelas que empezaba a descollar en un país hispanoamericano, y con esto lo que había hecho era ocultar, o mejor, borrar el nombre del autor verdadero y que era realmente personaje renombrado en el mundo de las artes y las letras. Este personaje, que ha escrito libros en distintos géneros, que ha vivido en diferentes países y que ha hecho del mundo su templo, es de origen  caribeño. Cuando leí las ideas de este artista y pensador en el libro El mago y sus disfraces, compuesto por un total de siete entrevistas, confieso que me parecieron muy poderosos sus razonamientos. Al publicar la entrevista que supuestamente yo había realizado, sabía que era parcialmente ficticia, y digo parcialmente porque las respuestas habían ocurrido realmente, mas no habían sido dadas por el personaje literario que yo había inventado como el supuesto autor de tales ideas.

Quería comprobar dos cosas; ¿cual sería la reacción del entrevistado original por yo hacer públicas sus ideas pero como si el autor hubiera sido otro? Por otra parte, quería conocer la reacción del público;  para ello creé  una dirección electrónica para conseguir los comentarios de quienes hubieran leído la entrevista.

            La razón de escribir y publicar dicha entrevista fue porque en una de las respuestas que el entrevistado real había expresado daba a conocer una posición –la suya-, que me resultó interesante, aunque muy poco creíble en alguien que se asume como el gran medium que hace viable tocar el mundo en sus profundidades. “Nada de lo que yo digo y hago es verdaderamente mío”, había dicho el famoso personaje, y remató afirmando: “Yo no soy más que un medio por el que ocurren y se logran cosas de valor estético que otros adjudican como mías. Lo cierto es que yo no soy autor de nada; ni siquiera de estas palabras que ahora ofrezco”.

            Al igual que estas ideas y otras más, las extraje del libro en que se había logrado perfilar la figura de tan importante artista y pensador, y las coloqué en un orden distinto del original, pero sin alterar ni una coma de las respuestas consignadas por la periodista que había hecho la entrevista y que había aparecido en El mago y sus disfraces.

            El resultado fue que no aparecieron en la dirección electrónica comentarios de los lectores. Ignoro las razones por tan blanco silencio. Sin embargo, más que un comentario, recibí mediante adjunto una extensa carta del famoso artista y pensador, considerado a sí mismo –además de un gran medium- un mago inigualable. En dicha misiva el hombre había vaciado todo el veneno de su alma. Me acusaba de plagiar todas sus ideas y de que sin duda me demandaría por jamás haber consignado su nombre como el autor de tan grandes pensamientos en la entrevista con la que yo, seguramente, había ganado mucho prestigio. Además de llevar las amenazas por el rumbo de lo jurídico, sus palabras tomaron también la dirección de lo divino: “Me aseguraré de que nunca más vuelvas a publicar una sola palabra. Tu nombre ni tu persona abandonarán jamás las sombras de los drenajes. Rata”.


Fue así como el famoso artista y pensador, mago inigualable, terminó escupiendo sobre mi persona su poderoso veneno.





sábado, 24 de enero de 2015

Sucias dudas






Padecer la dinámica de las ideas sucias y del nulo mantenimiento para con los edificios de la razón y de la ética (pilares de la educación), es tanto como para averiguarlo y lograr así aquello que maldice y malinterpreta –deconstruye, dirían los exégetas del pensamiento- esa idea en el doble sentido con que afirma lo siguiente: La verdad es que no hay verdad.

En la época en que se vivía soterrado por los golpes de la educación capitalista, resultaba conveniente hacer las cosas al estilo de los más avezados negociantes de la política chapucera, esto es, había que decir haciendo todo lo opuesto a lo que habían dicho, o si se prefiere, había que ocultar las verdaderas intenciones que estaban detrás de cada una de las acciones en la política en tanto negocio y mascarada, o de lo contrario se descubriría la liebre. Pero ahora en que a la letra se siguen las ideas que Orwell expuso en aquella famosa novela: 1984, ya decir educación es decir y dar sentido a una idea muy distinta del ser que sabía y conocía de sus límites. Por el contrario, es desde hace poco más de cuatro décadas que el educar ha sido conducido por los terrenos de la aceptación acrítica de los valores del macrosistema –no hace mucho todavía llamado capitalista, y ahora, según cuentan los estudiosos de la globalización económica, bautizado como free-enterprise system (sistema de libre empresa). En breve, que hoy ni el pan es pan ni el vino es la alegría de los dioses. Lo difuso se ha convertido en territorio propicio para conseguir hallazgos. Para ser aún más breve, todo apunta a que Orwell y Kafka –fundamentalmente- sean hoy los profetas.

Retomo la punta del bucle. Pensamiento sucio es la otra cara de la idea que algunos llaman “lógica difusa / pensamiento confuso”, y / pero que en el caso de este ensayo -con microrrelato incluido- nada tiene que ver con lógica de conjuntos y ni mucho menos con categorías analíticas. Antes bien, considero que el pensamiento sucio está mucho más en la óptica de quienes padecen estrabismo y saben, en consecuencia, que el centro ante ellos es una mancha borrosa que poco o de nada les sirve para alcanzar superficies blancas y perímetros finos.

Ejemplo de pensamiento sucio es el siguiente microrrelato:

“¡Está bien manchado!” exclamó el estudiante ante los párrafos de un texto fabricado con las fibras de la razón como ideal de vida.

El profesor, quien acababa de regresar de una estancia postodoctoral en Budapest, tras escuchar la exclamación del estudiante, hizo el gesto de los incrédulos y preguntó, sin pestañear desde atrás de sus gafas azulencas, lo siguiente:

“¿Qué es lo que está bien manchado?”

“El texto, profe”, aclaró el estudiante.

“Sigo sin comprender tu idea”, insistió el profesor.

Los demás compañeros comenzaron a reírse, sin que para el profesor fuera claro de qué o de quién se reían.

Luego de varios cabeceos que delataban ansiedad, el estudiante concluyó: “Sigo leyendo y releyendo y sigo pensando que el texto ¡está pero que bien manchado, profe!”

Ya se observa en este microrrelato cómo es que la comunicación puede parecer cada vez más esotérica, más código privado, más sociolecto que lengua, más opacidad que transparencia. Ante una situación como la que expone dicho microrrelato, la razón y la ética están fuera de combate, pienso. Por lo tanto la educación también está lejos de alcanzarse mediante claridades. En contraste, considero que lo que está en combate son fuerzas instintivas, son energías sensoriales, son intuiciones, en fin, que la comunicación es antes bien consecuencia de sinrazones y de malos entendidos, por los cuales se llega a creer o a pensar que se ha comprendido algo; pero algo muy distinto o muy diferente de lo que ha sido dicho o expuesto.

Quizás, en un primer momento, el profesor argumentaría, para sí mismo, que los años que vivió fuera del país son y marcan la distancia de su incomprensión para con el otro: el muchacho estudiante. En cambio al estudiante, tal vez, en absoluto le ha preocupado el darse a entender ante el profesor, y lo único que ha querido es expresar / liberar la sensación incómoda que le ha provocado leer ese texto entregado por el viejo y arrogante profesor.

Expuesto así el fenómeno de la comunicación incomunicante atraída en este microrrelato, diría que el profesor ha adquirido la energía despedida por el estudiante, y esto mismo le ha dejado en una situación incómoda, con un malestar que ha querido explicar, tal vez, desde lo incomprensible-emocional. Por otra parte, el muchacho estudiante, tras de la liberación de su malestar, o en otras palabras, luego de rebelarse a comprender el texto que no había sido obra de su elección, consiguió la satisfacción de verse coreado por la risa contenta de sus compañeros.

Otra posibilidad sería, también, el juicio que el profesor habrá hecho en contra del estudiante, juicio que desde luego jamás expresaría públicamente -por las consecuencias de toda clase de violencia a las que estaría sujeto desde ese momento. No obstante, su juicio le habría ayudado a liberarse a sí mismo de toda responsabilidad, y con ello habría sentenciado al estudiante a permanecer en la prisión de la ignorancia y de la ignominia.

Por otra parte, también como otra posibilidad, el estudiante, al haber expresado su emoción con tales palabras, lo que habrá querido es acercar al profesor a que escuchara el cauce de un río existente a orillas de una incierta y escurridiza época. O sea, no es que el muchacho estudiante hubiera querido rebelarse, sino, antes bien, habrá querido revelar las aguas en que desde hace tiempo ha acostumbrado mojar su lengua.

Que al inicio fue el caos, o bien, que al principio fue la nada, lo cierto es que el caos no ha desaparecido, por el contrario, ha sido fundamental para comprender gran cantidad de fenómenos, incluyendo éste del pensamiento sucio. Respecto de la nada, imposible resulta ubicarla o darle orientación, pues, siendo la nada, su existencia radica en un pleno todo que no da lugar ni siquiera a que se note la sombra de las sucias dudas.



sábado, 17 de enero de 2015

Diálogo breve







Fue un diálogo breve, crepuscular. Leonora había hablado con las palabras justas, respondiendo así a cada una de las preguntas que le hubo formulado Alejandro. Éste, después de meses de haber estado hundido por las frecuentes pesadillas que se le habían aparecido, no acababa de entender, o mejor, de comprender todo lo que había sido modificado entre él y Leonora.

            ¿Cuánto tiempo duró el diálogo entre ambos amantes? Es posible que diez minutos. Tiempo suficiente para que alguien muera debajo del agua, o también, tiempo suficiente para terminar una relación que había sido vivida por casi quince años.

            Las últimas palabras de Leonora fueron: “Nunca cumpliste ni una sola de tus promesas. Me siento completamente estafada. Yo no podría vivir sintiéndome así ni un día más.”

            “Pero tú sabes que siempre lo intenté. Siempre quise hacerte feliz”, se defendió Alejandro.

            Leonora levantó las manos y las dejó estar sobre su cara. Tal vez Alejandro esperaba que el cuerpo de ella comenzaría a estremecerse con todos los resuellos que vienen con el llanto. Lo cierto es que Leonora estuvo con el rostro cubierto hasta que el hastío ya no le permitió seguir viendo y recordando todas esas imágenes en que aparecía Alejandro. Dobló el cuerpo e hizo descansar la barbilla en las rodillas. Era así como poco a poco podía ir recuperando los equilibrios y la calma, necesarios para ahuyentar el asco y las aciduleces que anteceden al vómito.

            El cielo había oscurecido completamente. Alejandro abandonó el sillón en que había estado sentado mirando hacia afuera de la habitación y fue a colocarse ante la ventana; encendió un cigarrillo e hizo lo que mejor sabía hacer: abandonarse a los ritmos del pensamiento y de la ensoñación.


            Entre la bruma y el estallamiento de varios ruidos que ocurrieron allá afuera, Leonora abandonó sigilosamente la habitación. Alejandro recargó el cuerpo en el filo de la ventana y encendió otro cigarrillo.  


jueves, 8 de enero de 2015

Volver a estar






Equivocado yo
Entuerto de un día y otro día
También
Más acá que la luz solar.

Insatisfecho yo
Cerrado al aire fresco
De las mañanas al roce
En descubrir.

Enfermo yo
Adherido por miasmas insufribles
Sin lugares vacíos para vivir 
Sin vacilar.

Un lenguaje que no exhiba /
Impúdico y libre de toda reserva
Dispuesto en apagar los fatuos fuegos
Y volver, volver a estar
Con el cuerpo que da sombra y calor.




No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...