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domingo, 22 de noviembre de 2015

Cavilaciones






El olor de la madera, enjuagada con años de cerveza y vino tinto, ya sólo era un susurro de otras tardes en tu memoria. La atmósfera de vidrios ahumados, de música que flotaba entre los muros de fibra y tabla-roca, estaba ahora en los estruendos de las risas y de los cabellos multicolores, con minúsculas fluorescencias lunareando los cubos de bocinas esquinadas, donde había videos musicales y otros temas que a nadie le importaba. Ya no cabías en ese lugar en que estaba prohibido fumar. Ya tus ojos no estaban para quedarse anclados entre los vacíos de la entretención corpórea. Ni el DJ que jugaba en los recuadros de pasajero silencio, ni él parecía contento. Estaba claro que la actuación histriónica poseía otros códigos, y tú no estabas ya para averiguarlo. Descolgaste el chaquetón que había estado en el respaldo del banco alto de varillas tubulares, te lo echaste en un brazo y saliste con el sigilo de quien se ha equivocado de salón. Pero antes de escapar definitivamente, una mano apretó tu hombro y te obligó a detener el paso. Te entregó una nota y en ella leíste: cerveza oscura - 50 pesos / la propina no está incluída.

            Afuera la noche estaba fresca. Caminaste hasta la avenida, encerraste medio cuerpo en el chaquetón y te fuiste cavilando en las cosas que habían ido despareciendo de tu vida; mientras tanto, en tu cabeza no había dejado de sonar esa música de otras noches.




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