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sábado, 3 de octubre de 2015

¿Para qué?






Sería mejor que no fueras
que no aceptaras la existencia del lago y su cielo en plena tarde.

Sería preferible que escondieras
en los labios el deseo de hundirte en la noche
y callar –aunque en realidad parecerá todo lo contrario.

Cerrarás puertas y ventanas
y los oídos, cubiertos con el desvelamiento a toda piel.

Ya expulsado por las voces de todos ellos,
asistirás cabizbajo a dar el pésame a tus manos.

Murmurarás con voz de sonámbulo
el regusto de haber caído sobre túmulos de piedras.

De cadáveres como días en tu espalda.

Un rosario de sueños o de pesadillas,
un ojo enorme abierto hasta de noche,
un cansancio que punzará ensangrentándote la sombra,
un sacar la lengua y dejarla yerta, olvidada hasta su muerte.

Sería mejor que no fueras
que no encontraras esos pliegues
en que descubrirías a quien pudo llegar a ser.

De saberlo ellos, te romperían las piernas y las manos.

¿Para qué?

Serías el último en saberlo.

El último en dejarlo caer para tu olvido.



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