Oyes.
Ves bocas que se abren, y oyes. Escuchas el tono, la altura, el timbre, en fin,
otro diría que has estado captando las diferentes tesituras.
Miras
los gestos de cada uno de ellos que habla, aunque no necesariamente sea el
mensaje dirigido a ti. O bien, está el que te habla a ti, pero tú no entiendes
ninguna de sus palabras. No es otra lengua, distinta a la tuya; es,
efectivamente, la lengua en la que, todavía hasta ayer, habías estado
comunicándote con todos ellos.
Hoy no. Hoy no hablas ni comprendes
lo que dicen esas voces que te interpelan. Has vuelto a caer del puente aquel.
Si alguna vez creíste que jamás volverías a estar en el puente del que caíste y
te levantaron casi muerto de desconocimiento, ya te estarás dando cuenta que
no. Ahora no podrías decir si estás lleno de cansancio, si estás con hambre o
si necesitas esto o aquello. Nadie podría escuchar todo eso que te está
ocurriendo adentro del cuerpo y de tu pensamiento.
Abres desmesuradamente los ojos,
como si de este modo pudieras descubrir y atraer la calma que hay en alguna
parte del mundo. Pero al parecer, calma y mundo se han desvanecido en tu vida.
¿Dónde
estás? ¿Del otro lado del puente o, en realidad, al otro lado de otras palabras y de otras
lenguas? ¿Cómo saberlo si tú no haces más que abrir desmesuradamente los ojos y
apretarte la cabeza con ambas manos?
Comprender a quienes hablaban ayer,
comprenderlos y tú, también, hablarles para que te comprendan, ha dejado ya de
ser posible hoy.
Creo que la mayor parte del tiempo no entiendo, los mensajes no me llegan, aunque sin duda, siempre estoy de parte de las palabras...de parte de la poesía, como tú..
ResponderEliminarHablar, es simplemente hablar...
besos
¡Excelente, querida amiga! Me parece que estamos en el mismo vuelo de vivir.
ResponderEliminarAbrazos fuertes