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sábado, 24 de enero de 2015

Sucias dudas






Padecer la dinámica de las ideas sucias y del nulo mantenimiento para con los edificios de la razón y de la ética (pilares de la educación), es tanto como para averiguarlo y lograr así aquello que maldice y malinterpreta –deconstruye, dirían los exégetas del pensamiento- esa idea en el doble sentido con que afirma lo siguiente: La verdad es que no hay verdad.

En la época en que se vivía soterrado por los golpes de la educación capitalista, resultaba conveniente hacer las cosas al estilo de los más avezados negociantes de la política chapucera, esto es, había que decir haciendo todo lo opuesto a lo que habían dicho, o si se prefiere, había que ocultar las verdaderas intenciones que estaban detrás de cada una de las acciones en la política en tanto negocio y mascarada, o de lo contrario se descubriría la liebre. Pero ahora en que a la letra se siguen las ideas que Orwell expuso en aquella famosa novela: 1984, ya decir educación es decir y dar sentido a una idea muy distinta del ser que sabía y conocía de sus límites. Por el contrario, es desde hace poco más de cuatro décadas que el educar ha sido conducido por los terrenos de la aceptación acrítica de los valores del macrosistema –no hace mucho todavía llamado capitalista, y ahora, según cuentan los estudiosos de la globalización económica, bautizado como free-enterprise system (sistema de libre empresa). En breve, que hoy ni el pan es pan ni el vino es la alegría de los dioses. Lo difuso se ha convertido en territorio propicio para conseguir hallazgos. Para ser aún más breve, todo apunta a que Orwell y Kafka –fundamentalmente- sean hoy los profetas.

Retomo la punta del bucle. Pensamiento sucio es la otra cara de la idea que algunos llaman “lógica difusa / pensamiento confuso”, y / pero que en el caso de este ensayo -con microrrelato incluido- nada tiene que ver con lógica de conjuntos y ni mucho menos con categorías analíticas. Antes bien, considero que el pensamiento sucio está mucho más en la óptica de quienes padecen estrabismo y saben, en consecuencia, que el centro ante ellos es una mancha borrosa que poco o de nada les sirve para alcanzar superficies blancas y perímetros finos.

Ejemplo de pensamiento sucio es el siguiente microrrelato:

“¡Está bien manchado!” exclamó el estudiante ante los párrafos de un texto fabricado con las fibras de la razón como ideal de vida.

El profesor, quien acababa de regresar de una estancia postodoctoral en Budapest, tras escuchar la exclamación del estudiante, hizo el gesto de los incrédulos y preguntó, sin pestañear desde atrás de sus gafas azulencas, lo siguiente:

“¿Qué es lo que está bien manchado?”

“El texto, profe”, aclaró el estudiante.

“Sigo sin comprender tu idea”, insistió el profesor.

Los demás compañeros comenzaron a reírse, sin que para el profesor fuera claro de qué o de quién se reían.

Luego de varios cabeceos que delataban ansiedad, el estudiante concluyó: “Sigo leyendo y releyendo y sigo pensando que el texto ¡está pero que bien manchado, profe!”

Ya se observa en este microrrelato cómo es que la comunicación puede parecer cada vez más esotérica, más código privado, más sociolecto que lengua, más opacidad que transparencia. Ante una situación como la que expone dicho microrrelato, la razón y la ética están fuera de combate, pienso. Por lo tanto la educación también está lejos de alcanzarse mediante claridades. En contraste, considero que lo que está en combate son fuerzas instintivas, son energías sensoriales, son intuiciones, en fin, que la comunicación es antes bien consecuencia de sinrazones y de malos entendidos, por los cuales se llega a creer o a pensar que se ha comprendido algo; pero algo muy distinto o muy diferente de lo que ha sido dicho o expuesto.

Quizás, en un primer momento, el profesor argumentaría, para sí mismo, que los años que vivió fuera del país son y marcan la distancia de su incomprensión para con el otro: el muchacho estudiante. En cambio al estudiante, tal vez, en absoluto le ha preocupado el darse a entender ante el profesor, y lo único que ha querido es expresar / liberar la sensación incómoda que le ha provocado leer ese texto entregado por el viejo y arrogante profesor.

Expuesto así el fenómeno de la comunicación incomunicante atraída en este microrrelato, diría que el profesor ha adquirido la energía despedida por el estudiante, y esto mismo le ha dejado en una situación incómoda, con un malestar que ha querido explicar, tal vez, desde lo incomprensible-emocional. Por otra parte, el muchacho estudiante, tras de la liberación de su malestar, o en otras palabras, luego de rebelarse a comprender el texto que no había sido obra de su elección, consiguió la satisfacción de verse coreado por la risa contenta de sus compañeros.

Otra posibilidad sería, también, el juicio que el profesor habrá hecho en contra del estudiante, juicio que desde luego jamás expresaría públicamente -por las consecuencias de toda clase de violencia a las que estaría sujeto desde ese momento. No obstante, su juicio le habría ayudado a liberarse a sí mismo de toda responsabilidad, y con ello habría sentenciado al estudiante a permanecer en la prisión de la ignorancia y de la ignominia.

Por otra parte, también como otra posibilidad, el estudiante, al haber expresado su emoción con tales palabras, lo que habrá querido es acercar al profesor a que escuchara el cauce de un río existente a orillas de una incierta y escurridiza época. O sea, no es que el muchacho estudiante hubiera querido rebelarse, sino, antes bien, habrá querido revelar las aguas en que desde hace tiempo ha acostumbrado mojar su lengua.

Que al inicio fue el caos, o bien, que al principio fue la nada, lo cierto es que el caos no ha desaparecido, por el contrario, ha sido fundamental para comprender gran cantidad de fenómenos, incluyendo éste del pensamiento sucio. Respecto de la nada, imposible resulta ubicarla o darle orientación, pues, siendo la nada, su existencia radica en un pleno todo que no da lugar ni siquiera a que se note la sombra de las sucias dudas.



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