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viernes, 26 de septiembre de 2014

Un día difunto





Y pensar que antes podía permanecer íntegro, quieto en el estudio, hasta llegar al sueño de esa escritura apuntada en hojas de infinita saciedad.

((( ¿por qué es que esta voluntad ha renunciado al encanto de las mentiras en verdad?
¿qué ha sucedido para que haya querido dejar caer la cabeza en otras aguas menos límpidas, menos frescas pero más frías que una madrugada de febrero? )))

Preguntas que antes pudieron erizar mi ánimo, hasta quedar sin aliento por la búsqueda de respuestas, hoy no son más que bultos abandonados por las manos de otra época.

Hoy me confunde la confusión de las ruedas imparables en los caminos sin fin.

Hoy es un minuto apenas, de las 24 horas del día, que me veo despierto.

Hoy es un día de años escondidos en algún lugar de mis huesos.


En fin, hoy es un día difunto.



domingo, 14 de septiembre de 2014

Quietas soledades







People are loocking their doors
and switching off their nervous systems.
J G Ballard


Había dejado de contarse la historia al modo antiguo. El antes de Cristo  o el después de  Cristo, así como el antes de nuestra Era y el después de nuestra Era, habían dado lugar al antes de las WWW y al después de las WWW.

          Lo que había sido dejaría de hacerse así, y lo que vendría ya estaría haciéndose con sueños de agua y de aire.

Las coordenadas limpias en el papel en que habían sido trazadas las rutas para llegar allá y más allá, habían comenzado, primero, a borrarse en el papel de los reciclados, y luego acabaron desapareciendo en los cajones del olvido.

El presente era todo el pasado que iba quedando para los recuerdos de una memoria de contornos imprecisos.

Fugaz recuerdo, incluso, de lo que pudo haber sido.         

          Escalofriaba el segundero que impedía saber en qué minuto exacto había muerto la crisálida.

Un río de caídas libres era el resumen de las horas idas por el viaje hecho con las máquinas de la realidad virtual.

Esperar se estaba tornando en des-esperar.

A partir de entonces, el ser se convirtió en una carga más agobiante que todas las deudas de familia.

Con el tiempo, más cercano que nunca, se había abierto la puerta para que sucediera algo más rápido que la luz.

Con una velocidad así, el ser era todo lo que estorbaba.

El retrato de familia era una ventana abierta al cielo de todas las noches. Noches enteras que no alcanzaban para subsanar heridas ni para ahuyentar los horrores.

Shielding my eyes from the sunlight, I gazed into one of the darkened lounges.
A three-dimensional replica of painting by Edward Hopper was visible below the awning.
The residents, two middle-aged men and a woman in her thirties, sat in the silent room, their faces lit by the trembling glow of a television screen.
No expression touched their eyes, as if the dim shadows on the hessian walls around them had long become a satisfactory substitute for thought.
Cocaine Nights
JG Ballard


Entre paréntesis oscuros, las lucecitas de un piano (Ryuichi Sakamoto) llenaban el pensamiento de quien, tirado de noche en la hamaca de una playa en el Caribe, había dejado de esperar lo mejor.



viernes, 5 de septiembre de 2014

Los dobles fondos







Como una muñeca esquinada en el largo sillón de la sala, Marcia estaba con los ojos abiertos en el fondo de la sombra que hacían las pestañas, entre la tenue luz de la lámpara que se encontraba sobre un velador de tres pies.

     -No temas -musitó Mauricio, luego de que Ofelia cerró las piernas en el momento en que él iba a meter la mano debajo del vestido.

     -Estoy nerviosa -dijo Ofelia-. Necesito que me prepares otra copa.

     Mauricio miró adonde estaba su mujer, y entonces habló:

     -Está dormida. Así duerme Marcia, con los ojos abiertos.

     -¿Estás seguro? -preguntó Ofelia, turbada por los ojos de Marcia.

     -Te lo demostraré...-Se levantó Ñudo, y fue a ponerse detrás de la cabeza de Marcia. Movió entonces las manos delante del rostro de ella, para asegurarle a Ofelia que no había nada de que preocuparse.

     Ofelia se quitó los zapatos y sintió placer al frotar la alfombra con los pies. Bajó la cara para no ver los ojos de Marcia. Aunque Mauricio había dicho que estaba dormida, no parecía estarlo. La mirada de Marcia era como la de alguien que está bajo los efectos de una droga. Estaba y no estaba mirando algo cierto, definido. Ofelia presentía que era una simulación el sueño de Marcia.  Cambió de sillón y fue a sentarse al otro lado. Pero aun allí, los ojos de Marcia la seguían perturbando.

     “La borrachera se me está yendo -pensó Ofelia. Comienzo a reconocer que todo esto es falso. Es mentira que yo pueda estar aquí. Es falso que Marcia esté dormida. Todo esto es una farsa. A pesar de todo este juego, admito que son reales todos estos movimientos. Es real que Mauricio esté allá en la cantina preparando las bebidas. Son reales esta lámpara y su pálida luz. Son reales estos cuadros y estas cortinas. Todo esto es absolutamente real. Sin embargo, detrás de toda esta realidad, alcanzo a vislumbrar los fondos negros en que están sostenidos los objetos, las palabras, el gesto de Mauricio. Esos ojos de Marcia, abiertos para la realidad del sueño, y que parecen estar mirando todo el tiempo, hacen que tenga dudas. Dudas de que no me estén observando; pero también dudas de que estén despiertos. Es el juego de los dobles fondos. Todo aquí parece estar en un doble fondo...”

     Mauricio llegó, sacó a Ofelia de sus pensamientos y le entregó la bebida.

     “Doble fondo: la copa es real; sin embargo, hay otra realidad que se oculta. Yo recibo la copa, y sé bien que lo que recibo no es tan solo una copa. Entreveo lo que hay detrás de este líquido y de esta mano que me ha entregado el vidrio. Todo aquí está en doble fondo”.

     -¿Siempre le has sido infiel a Marcia? -preguntó Ofelia con el vaso delante de los labios, los que apenas si se abrieron para dejar escapar esas palabras.

    -¿Qué es siempre, Ofelia? -reaccionó Mauricio alzando la voz, como para que Ofelia acabara convenciéndose, de una vez por todas, de que Marcia estaba dormida y que no había para qué hablar en murmullos.

    -Yo nunca he engañado a Brefantas... –continuó diciendo Ofelia, aparentemente calmada y sin alterar el timbre natural de su voz, pero sí algo torpe en el ritmo de su prosa-. Yo misma estoy... sorprendida de... estar aquí, en esta casa...

     -Shst! -expresó Ñudo, al tiempo que colocaba un dedo en los labios de Ofelia-. No pienses que estás aquí. En estos momentos, no conviene pensar. Bebe.

     Ofelia bebió un largo trago, y con los ojos vidriosos, dejó que se le dibujara una sonrisa.

     -¿Ya habían previsto este acto... Marcia y tú?

     -¿Qué cosa? –reaccionó Mauricio Ñudo, inclinándose para colocar el vaso en la mesa.

     -Que yo esté aquí... sola contigo... mientras ella simula que duerme.

     -¿Preferirías estar en tu casa? -se burló Mauricio-. Además, fuiste tú quien nos pidió que continuáramos la fiesta. Tú fuiste quien decidió que dejáramos tirado a tu marido en el bar.

     Después,  Ñudo tuvo necesidad de un cigarrillo. Sacó un mentolado y lo encendió tranquilamente. Soltó el humo con cierta ceremonia, haciendo con las cejas el gesto de quien se prepara para decir algo único e irrepetible.

     -Como ves, Ofelia, nosotros no previmos nada. Tú estás aquí porque así lo determinaste, y porque también Marcia estuvo de acuerdo en que vinieras con nosotros a casa.

     -¡Ya... - reaccionó Ofelia, y acercó, sintiendo un triste cansancio en todo el cuerpo, el vaso a la boca. -¿Y entonces? ¿Qué propones? -Terminó diciendo.

     En ese momento Marcia movió la cabeza hacia el otro lado de la lámpara, llevó la mano a los labios y limpió con el dorso la babilla que se le había escurrido. Al poco tiempo balbuceó con la cara completamente oscurecida: “Tengo frío, Mauricio...”

     Mauricio se acercó, la ayudó a poner los pies encima del sillón y la cubrió con una manta que había traído de la habitación. Desde allí, parado junto a las rodillas de su esposa, levantó la mano e invitó a Ofelia a que lo siguiera.

     -Vamos a la cama -dijo, y aplastó el cigarrillo en el cenicero.

     -No -respondió Ofelia-. No quiero ir allá.

     -¿Qué quieres, entonces? -preguntó Mauricio, casi con desesperación.

     -Salir de aquí -aclaró Ofelia.

     Ñudo se dejó caer en el sillón, echó las manos detrás de la cabeza y dijo, luego de pasear la punta de la lengua en el cobrizo mostacho:

     -Estoy borrachísimo; no podría conducir.

    Ofelia permaneció en silencio, y luego de un paréntesis en el que vislumbró a Brefantas saliendo del bar donde habían estado bebiendo piñas coladas -ellas- y tequilas dobles -ellos- se inclinó para recoger el vaso, y al cansancio comenzó a sumarse un poco de angustia. Antes de beber, contempló durante varios segundos la porosa luz que flotaba encima de la cara de Mauricio Ñudo.

     Sin quitar Mauricio las manos de la nuca, y con los ojos cerrados, habló:

     -Estoy cansado para salir, Ofelia. La fiesta ha terminado.

     -¿Me preparas otro vaso? -pidió ella, y volvió a frotar los pies contra la alfombra.

     Tardó tiempo en reaccionar Mauricio. Finalmente, se incorporó trabajosamente y fue a traer de la cantina una botella hasta la mitad de ron cubano.

     -Toma. Bebe hasta quitarte de la cabeza la vergüenza; yo ya no puedo más -dijo, y se retiró a su habitación.

     Ofelia preparó el vaso y fue bebiéndolo a pequeños sorbos, pensativa, reflexionando sobre la decisión que tomaría. Después se recostó en el mueble en que había estado sentado Mauricio Ñudo; pero no podía conciliar el sueño. Se levantó y fue a la alcoba, en la que lo encontró acostado, todavía con las ropas puestas. Sonrió al verlo así, perniabierto y con la boca de par en par, en medio de la cama.

     -¿Qué esperas para tenerlo adentro de ti? -sorprendió a Ofelia la voz de Marcia.

     Ofelia recargó la espalda en el marco de la puerta, y tras reponerse del susto, preguntó:

     -¿A qué están jugando?

     -Lo mismo te preguntaría yo -dijo Marcia con los ojos enrojecidos- ¿A qué estás jugando?

     Iba a regresar Ofelia a la sala, pero Marcia la detuvo diciendo:

     -No seas hipócrita. Acaba lo que has deseado tanto tiempo.

     Después la empujó hacia el fondo de la habitación.

     -Ven aquí, Ofelia -dijo Mauricio, al tiempo que se levantaba para quitarse el pantalón-. Mejor dicho, vengan las dos.

    Marcia comenzó a bajar el cierre del vestido, y entonces Mauricio se puso en pie para desnudar a Ofelia, quien de pronto reconoció, en el preciso instante en que caía el vestido a los pies de la cama, que el juego (los dobles fondos) no había terminado aún.





Artes apocalípticas

no merecimos un mundo mejor el color de la sangre en los ríos o mejor los ríos de sangre la peste cadaverina en las calles estornudos en ser...