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miércoles, 30 de abril de 2014

Naturaleza muerta





En la enfermedad pueden suceder ideas que obsesionan. A cuarenta y tantos grados de temperatura en el cuerpo y tras varios días de intenso trabajo intelectual, nada raro puede resultar que se piense, por ejemplo, que de este lado del mundo, la lucha de clases es inexistente. En verdad que en los medios de comunicación la insatisfacción social no aparece. Todos los daños que son presentados y representados por la mayoria de los mass media de este lado del mundo, pasan por ser expuestos en la naturalización de hechos, como si fuera lo más natural que existan psicópatas disparando a las multitudes, o que se condene a muerte a un sujeto que dio muerte a otro sujeto.

Viendo la manera en que dramatizan los meteorólogos los hechos de la naturaleza,  hasta el grado de presentarlos en clave de epopeya, y por el contrario, que los hechos de la sociedad sean expuestos como si hubieran sido producidos por las atmósferas sucias de la tierra, viendo esto así, nos lleva a creer que hay todavía quienes se obstinan en presentar a la naturaleza como el origen de todo el mal, y al bien, como una propiedad de algunos poderosos.

Luego de presenciar de este modo los hechos en la televisión, la enfermedad abrió las puertas al teatro de las exposiciones críticas. Una exposición crítica comenzaba o tenía como título de entrada los movimientos sociales de transformación y pérdida. Lo que en algún tiempo se pensó de las revoluciones sociales, éstas acabaron rebajadas en el discurso de las sociedades avanzadas y democráticas nada más que a revueltas sinsentido. En tanto que por contraparte, el sistema económico de explotación se ha mantenido como la cosa más natural del mundo. Ante esto, bien se puede afirmar que la explotación del hombre por la máquina llegó para ser situada en los mismos términos que se pìensa y se habla de los grados de temperatura. Hablar de un frente frío como hablar del cierre de una industria y la apertura de esta misma en otra zona del globo, parece ser, por el momento, propio de una realidad indistinta en la psique social.

La pérdida –enumerar todo lo que se ha venido perdiendo del ser humano; si es que alguna vez existió realmente ese ser humano del que hablaron y escribieron filósofos y poetas, novelistas y ensayistas- sería tanto como hacer la versión de un apocalipsis de esta época inernetizada.  Por el contrario, ahora el hombre de las sociedades desarrolladas, tecnologizadas, ha venido radicando o ha sido convertido en poco menos que un fantasma, ahora ha dejado de tener sentido aquello que Marx había concebido: la explotación del hombre por el hombre. Ahora la tecnología ha hecho posible prescindir de capas sociales utilizables para su explotación. Los sistemas de producción han llegado al extremo de hacer de la basura un tesoro, y del humano, una realidad despreciable. Cuando este mismo sistema de producción haga de la mierda oro, entonces la mayoría de los humanos nacerá sin culo.

Mientras tanto, la calma chicha se sostiene entre la cara y la pantalla de ese objeto al que se le ha adjuntado inteligencia y poderío.

El punto clave que hacía pensable al ser humano –si alguna vez existió, insisto- ha terminado diluyéndose entre las capas de los delirantes palimpsestos de la sociedad del espectáculo, en los que declarar los abusos perpetuados y perpretados a base de frecuentes mentiras, ha resultado  cada vez más fácilmente deglutibles por el digestivo sistema con que ha venido adquiriendo vida el gigante de invisible rostro, adorado y odiado al mismo tiempo por los millones de seres que pululan en un cada vez más horroroso y contaminado mundo.


Hasta lo insoportable, lo más insoportable, sin duda, puede pasearse por las calles con la naturalidad propia, o mejor, con la normalidad aceptable con que lo hacen algunas muchachas dirigidas por sus finos perros.

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sábado, 26 de abril de 2014

Esperar





La mosca en el techo, iluminada por la luz de una lámpara. Abajo de ésta, sobre la mesa-escritorio, una Holy Bible, quieta para ser recogida por el habitante de este cuarto de hotel...

Penumbra. Calor. Aire de horas apretado entre la alfombra rojinegra y los muros avainillados.

Afuera el rumor de los motores hace pensar en el mar, sobre todo –es probable- en quienes llevan atorados varios minutos en uno de los nudos viales –cada día menos útiles para los flujos de los coches altatecnologizados que desde la ventana se alcanzan a ver como una serpiente variopinta bajo este cielo pardo.

Pero del lado de acá, se puede escuchar como en un suave recuerdo las frescas cuerdas de una obra de Arvo Pärt.

La tentación de escribir es fuerte.

Sale la máquina de su estuche de tela. Se abre como una mariposa negra en el silencio de la luz anaranjada. Brilla la pantalla. Aparece una página blanca sobre un fondo azul claro.
La música de Arvo Pärt es más poderosa que las ideas que puedan ser puestas en la página electrónica.

Esperar. Conviene esperar a que suene o se pinte con intensidad la imagen, la idea inicial del texto posible.

Esperar, es todo lo que se necesita para entrar en el otro mundo de las palabras.

La mosca en el techo, iluminada por la luz de una lámpara. Abajo de ésta, sobre la mesa-escritorio, una Holy Bible, quieta para ser recogida por el habitante de este cuarto de hotel barato.


sábado, 19 de abril de 2014

Arriba de los hombros





Ya podrán darse cuenta que te has ido. Ya no te verán por las noches tocar las puertas de la realidad ni escucharán el paso justo de las sombras trepándose hasta lo más alto de los muros.

Habías pensado en el cielo de aquellos días, suspendido en los hombros de las nubes, ajeno al color de las palabras. Y regresaste al punto de las horas en que habías decidido abandonar la mesa en que habías estado dibujabando los contornos de esa boca, que decía.

Ya podrán darse cuenta que te has marchado. Ya no te verán por las mañanas levantando las basuras ni conocerán nada que no esté asegurado por los encabezados de los diarios.

De nuevo el cielo estaba encima de los hombros de otras nubes, suspendido en los huecos que hacían las ramas. Ya tampoco eras tu mismo, pero estabas contento de la aparición de esas grises sombras.

Había sido un deseo, y la imagen de ese deseo que se esfumó en los labios de la boca que hubo dicho:

Ya no estarás en parte alguna…

Mirando las nubes, se te vino a la garganta la sensación del no ser, y encontraste en ellas el secreto…


No hay para qué decirlo, o de lo contrario habrá que borrar todo lo que arriba ha sido comprendido.


O o o o o o  O O O O O    o o o    OOOOOOOOOOOOOOOOOO  / / / / /

lunes, 14 de abril de 2014

Brevedades




Con óleos y amapola fue quitando las asperezas de su piel. 

Igual que ríos de mercurio atravesando oscuridades, concibió Mariana su pensamiento.
Todo su aroma acompañó el dilatado paseo de las manos por los hombros, por los brazos, por las piernas, percibiendo a la vez el desplazamiento que hacía con su sombra la invocación en las sábanas, la ilusión de las formas inmutables. Grato le resultó columbrar la sostenida caída de un cabello finísimo por el espacio, y más placer le entró al percibir en la punta de la hebra las brevedades de un torbellino que se hizo en uno de los taludes que había esculpidos en la manta. 

Con fruición aspiró la fragancia de áloe. 

Por todos sus poros experimentó el colmo de la vida. Después de postrarse en el centro de la cama -los talones bajo las inmaculadas nalgas, los brazos en cruz sobre sus pechos-, cerró los ojos y se dispuso a meditar. Tras los instantes que tuvo que emplear para quitarse al mundo de la conciencia, se fue yendo algo de su cuerpo a un mar cósmico. En alguna parte de la vida se encontró con el alma suya, bogando en las aguas de un océano inconmensurable, bañado de sol y de cielo transparente, y en donde no podía saber con toda certeza si estaba en la Tierra o en dónde.


Volvió de ese viaje con la cara bañada en lágrimas.




sábado, 5 de abril de 2014

La no persona



By Misha Gordin 

La no persona se aposentó en el templo de sus mayores. Allí dejó que la corroyeran sus palabras como una droga. Allí el silencio era propicio para alucinar en el espacio de los muros; con la suma de las grietas surgían rostros que acababan acompañándola, y así, en cada sombra un paisaje y muchos caminos para ser recorridos al ritmo de ciertos verbos. No había para que oponerse a la aguja que entraba en sus carnes y hacía de la bóveda cerebral una pantalla para ver la ciudad en que había vivido durante tantos años.

          Embelesada por los lentos giros del caleidoscopio en que se había ido convirtiendo su mente,  ya no supo –ni le interesó, quizás- reconocer o distinguir si lo que veía estaba allí afuera de sus ojos o adentro de su cuerpo.


          Después de mucho tiempo, la no persona decidió hundirse en el océano de las lenguas muertas. 




By Misha Gordin

Con el ruido quemando mi lengua

hace algún tiempo que se me perdió la semántica de palabras como escritor poesía arte conocimiento y otras que mejor dejo solas  en su forma...